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dijous, 14 de març del 2013

Entrevista a Víctor del Árbol autor de ‘Respirar por la herida’



Tras el éxito obtenido en medio mundo con 'La tristeza del samurai', vuelve por la puerta grande Victor del Árbol con la novela 'Respirar por la herida' . Con ella nos acerca a un sujeto al que una mujer le ofrece pintar el retrato del hombre que mató a su hijo. De personajes que no son lo que parecen, de una telaraña perfectamente cerrada y de sentimientos a flor de piel.

¿Cómo se le ocurrió esta idea de un hombre atormentado al que una mujer le manda pintar el cuadro del asesino de su hijo?

Quería confrontar a dos personas en apariencia muy distintas a las que une una tragedia común para demostrar que, el dolor, como la muerte, nos iguala a todos. Frente a la pérdida de un ser querido las clases sociales, los arquetipos y las creencias se diluyen. Son los sentimientos como la venganza, en el caso de Gloria, o la necesidad de olvidar, en el caso de Eduardo,  los que se imponen en uno y otro, y en esa lucha se desarrolla la novela. Pero aunque cada uno siente y vive de modo distinto esa pérdida, al final te das cuenta de que ambos son muertos que simplemente respiran. Como dice Gloria en una escena: “Usted y yo somos dos soledades que chocan la una contra la otra para volver a separarse”

Es usted muy cuidadoso en cerrar una gran telaraña dentro de tu historia ¿Le crea eso gran dificultad para acabar las novelas?

Me gusta crear tramas intensas y complejas, provocar giros inesperados y hacer creer que las cosas son de un modo para destruir esas certezas continuamente. Pero al mismo tiempo me gusta hacerlo sin artificios. Lo que parece una acumulación de casualidades, no es tal. Cada detalle, cada imagen y cada personaje tienen su lugar exacto, y la idea es que acaben encajando sin fricción. Sorprender sin trampas al lector. Así que, efectivamente, es un engranaje complicado que hay que ir formando con mimo de artesano. Lograr que todos los hilos de la trama, y son muchos, acaben en un mismo nudo es complicado, pero al mismo tiempo es un reto que me resulta de lo más apasionante.

Todos sus personajes tienen una personalidad que les lleva a giros en su forma de ser ¿Quería transmitir un mensaje especial?

No escribo con ánimo moralizante, no tengo ninguna certeza absoluta, excepto que somos seres contradictorios. Eso transmiten mis personajes, de ahí su complejidad emocional. Me gusta crear personajes que, igual que seres de entidad propia, sean capaces de evolucionar, de adaptarse a las circunstancias. Así acaba sucediendo que las víctimas pueden ser verdugos y los verdugos víctimas. La pretensión es que acabemos entendiendo cada reacción como lógica, con una idea: cada uno de nosotros lleva dentro a todos los hombres y mujeres posibles. Que salga a la luz una u otra faceta depende de las circunstancias a las que nos veamos empujados.

¿Aprovecha historias vividas como mosso d’esquadra para plasmarlas en las novelas?

En realidad, no. No escribo novela detectivesca ni policíaca, ni siquiera utilizo la figura de un abogado investigador, así que difícilmente puedo recurrir al anecdotario profesional. Pero es cierto que mi antiguo trabajo me ha permitido tener un mirador privilegiado sobre ciertos aspectos traumáticos de nuestra naturaleza, y eso se nota en mis personajes, más que en mis tramas.

¿Cree que calificar ‘Respirar por la herida’ como novela negra es limitarla un poco?

A caballo de la respuesta interior, sí. Aunque creo que más bien utilizo los géneros para hibridarlos en función de lo que necesito (novela de realismo social, intimista, thriller psicológico…), tampoco me siento incómodo en el género negro entendido en un modo atípico. Creo que lo fundamental en mis novelas no es que haya violencia o muertes, que la hay, y muy descarnada. Ese es el mar de fondo, pero lo que de verdad importa no es resolver esos crímenes sino entenderlos, conocer las motivaciones de los protagonistas, cómo han llegado a esa situación, cómo se sienten y qué consecuencias afrontan. No está muy lejos de la tragedia griega clásica.

¿Está de acuerdo con los que dicen que con cada libro está madurando su estilo literario?

La madurez es una palabra que me resulta un poco extraña aplicada a la literatura. Me gusta más la palabra evolución, porque no tiene una connotación competitiva entre las propias novelas. Evoluciono porque evoluciona mi visión de la realidad, porque gano en seguridades y de este modo, podríamos decir que los cimientos sobre los que se asienta mi intención literaria, mi voz narrativa, se hacen más firmes, cada vez más desnudos.

Gran parte de la novela habla de la independencia de Argelia de Francia ¿Es para usted una parte de la historia destacable por su relación con el país galo?

Yo siento un afecto muy especial por Francia por razones familiares y porque es allí donde más se ha reconocido mi voz. Pero me he dado cuenta de que siempre, y en todas partes, existen conflictos y traumas colectivos que cuesta abordar. Si nuestra tragedia es la Guerra Civil del 36, la herida sin cerrar de nuestros vecinos es el proceso de descolonización, especialmente en el caso de Argelia. Es, además, uno de los últimos episodios de conflictos entre la metrópoli y las colonias del siglo XX. Además tuvo ramificaciones en España con el terrorismo de estado galo y sus enfrentamientos en suelo español con la OAS, algo que no sé si está muy estudiado por nuestra literatura.

Teniendo en cuenta que el libro se desarrolla a través de un cuadro ¿Le costó mucho encontrar una portada con una pintura tan sugerente como esta?

No, la verdad es que vi por primera vez una exposición de Lucian Freud (la portada forma parte de un auto retrato llamado “Reflexión con dos niños”) me quedé fascinado con la carnalidad de sus modelos. Investigué un poco su vida, descubrí que era nieto de Sigmound Freud y que él también psicoanalizaba a través de la pintura. Me parece fascinante que buena parte de la obra pictórica esté dedicada a su propio psicoanálisis a través de diferentes autorretratos. De alguna manera, eso es lo que hace Eduardo, el protagonista. Eduardo es un retratista que evoluciona a medida que cambia su visión del modelo que va pintando. Es un juego fascinante, que me recuerda al “Retrato de Dorian Grey” de Oscar Wilde: Pintar el alma de un monstruo.

¿Le afecta la presión a la hora de escribir teniendo en cuenta que es usted ahora un escritor de éxito?

El éxito es una cosa muy etérea, creo que todos estaremos de acuerdo. En cualquier caso,  para mí el éxito está en función de los objetivos que me he marcado y aún estoy muy lejos de ellos, tanto a nivel de evolución como a nivel de conocimiento por parte del gran público en nuestro País. Dicho esto, no me afecta. Escribir es, ha sido y seguirá siendo por encima de cualquier otra valoración una pasión, algo que me da vida. Y eso no tiene precio.

Por último teniendo en cuenta que es usted un gran aficionado a la lectura ¿Nos puede recomendar un libro?

La lista sería interminable, de autores españoles y de autores de fuera. Pero por citar alguno de los que más me ha impactado,  os recomendaría “Vida y Destino” de Vasili Grossman. Una novela llena de épica, pero también perturbadora, con una calidad literaria inmensa.

Xavier Borrell

Respirar por la herida
Víctor del Árbol
Año: 2013
ISBN: 9788415098799
Páginas: 528
Editorial: Alrevés Editorial

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