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dimarts, 7 de febrer del 2017

'Dues cicatrius' - Ferran Grau

 

Dues cicatrius (Dos cicatrices) no solo resulta ser una espléndida novela de suspense, aunque ya sepamos su significativo desenlace final, está claro que Anna Lloret, protagonista absoluta de esta novela basada en hechos reales no muere puesto que a tiempo presente habla con el autor de la obra, Ferran Grau (Lleida, 1982) pero debemos descubrir quién está detrás de ese repentino final además de conocer las causas de la segunda cicatriz del título del libro. Si la primera es la de Lloret la segunda es la del propio Grau.

Anna Lloret e Ignasi Moyà se casan un 20 de noviembre de 1999. Lo celebran con el viaje de novios tópico, que no típico en su caso, ya que deciden pasar un mes visitando Nepal, India y Jordania en una nueva ruta creada a tal efecto por Viajes Masai en la Mollerussa natal de Lloret. El 2 de diciembre su avión parte del aeropuerto de Barcelona. Tras unos días disfrutando de su luna de miel, la pareja vuela de Katmandú a Nueva Delhi para seguir con ese disfrute, el 24 de diciembre a las 11.55 h junto a 176 pasajeros más y diez tripulantes. El vuelo comercial IC-814 resultaría marcar a la postre un antes y un después en la vida de Lloret.

Treinta minutos después de despegar, a las 12.25 h el avión es secuestrado por cinco terroristas que se esconden bajo los apodos de el Doctor, Shankar, Bhola, Red Cap y Burger.

Bajo estos nombres se encuentran cinco individuos pakistaníes de mediana edad relacionados con grupos radicales que defienden la independencia del Cachemir y reclaman la liberación de Maulana Massud Azhar, rebelde perteneciente a su movimiento y hermano mayor de Red Cap.

 Los asaltantes obligan a todo el pasaje a permanecer con la cabeza entre sus piernas para así no poder ver nada.

Obligan al capitán Devi Sharan que pilota la aeronave y al ingeniero de vuelo Anil  K. Jaggia aterrizar en el aeropuerto de Amritsar. Antes de aterrizar y aprovechando  un descuido por parte de los asaltantes, el capitán consigue dar la voz de alerta a la torre de control con un mensaje cifrado: Hotel…India…Juliet…Five… Estaba claro, el capitán no solo pedía pista de aterrizaje urgente sino que además avisaba de que el avión había sido secuestrado por cinco individuos. Además de tener los tanques del avión bajo mínimos.

Los asaltantes solo querían llenar los depósitos de combustible, pero el protocolo oficial de asalto ya estaba activado. La teoría era sencilla. Mientras un camión llenaba de combustible la barriga del avión, en otro camión se acercaría el comando para salvar a los rehenes. Pero los asaltantes no tenían paciencia, así que obligaron al piloto a tomar vuelo no sin antes matar a uno de los pasajeros a puñaladas. Tras alzar el vuelo el avión toma dirección a Lahore. Allí les niegan el aterrizaje. Las rencillas entre Pakistán y la India hicieron valer el odio hasta el punto de que cuando el avión enfilaba la pista de aterrizaje la torre de control apagó las luces de la pista para evitar la acción. El piloto aborta el aterrizaje y se dirige a una autopista cercana al aeropuerto. Es en ese momento cuando la torre de control decide volver a encender sus luces para que no se produzca una tragedia. Que un Airbus cargado de pasajeros aterrice en una concurrida autopista no presagia nada bueno.

Allí llenan los depósitos y toman dirección al aeródromo de Al-Minhad, base de las fuerzas aéreas de la Unión de Emiratos Árabes a 64 kilómetros de Dubai, donde de verdad consiguen cargar el avión de fuel con 68159 litros. Aprovechan para soltar 24 pasajeros, mujeres y niños, además de dejar el cadáver de Rupin Kaytal en la pista de aterrizaje.

5000 kilómetros en 10 horas. La nave estaba sufriendo.
Finalmente el avión para en Kandahar. Allí pasarían sus horas hasta el 31 de diciembre cuando los secuestradores tras la visita de un enigmático hombre llamado El Príncipe, aunque todo el mundo le conoce como el ingeniero de la guerra, consigue que los secuestradores remitan de su acción y escapen ayudados por un cordón talibán que se mantuvo alrededor del avión durante todos los días que la nave estuvo parada en el aeropuerto de Kandahar.

Hasta ese día las vivencias de los pasajeros en general y las de Lloret en particular marcaron sus vidas, solo decir que su matrimonio no duró tanto como hubieran pensado sus amigos y familiares cuando días antes estaban de celebración tras la boda, y la visión que de la vida tuvo a partir de ese 31 de diciembre de 1999 Anna Lloret hace que desde ese año celebre dos veces su cumpleaños, una el 7 de julio, la otra, obviamente en 31 de diciembre: literalmente volvió a nacer.

Todo esto lo explicó la propia Anna a Ferran Grau durante tres años de entrevistas, dos por semana que grabó en mini disc el periodista y que tiempo después le sirvió para escribir esta magnífica obra donde el también acaba resultando protagonista de la misma, aunque solo sea en el inicio de la misma, explicando un poco cómo llegó a ese punto, y al final, cuando nos explica sin embudos la razón de su cicatriz, literal y figurativamente.

La marca en su cara provocada por una bomba cuando cubría como corresponsal la guerra de Siria es evidente, pero mucho más es cómo salvó su vida aquel día de septiembre de 2012, la auténtica cicatriz que le condujo al intento de suicidio.

Digámoslo alto y claro, Dues cicatrius es una novela excelente, por su sinceridad, su realismo, su perfecta y milimetrada escritura y ante todo por el trabajo periodístico realizado por Ferran Grau, tanto en su recapitulación de los hechos como por su puesta en escena.

Y no solo de Lloret vive la novela. Por sus páginas aparecen sus padres, Santi y Núria, su hermano Jaume, Pau Echauz, tío del autor y periodista que siguió el caso del avión secuestrado de cerca para La Vanguardia y quien dio el empujón a su sobrino para que saliera de su pozo sin fondo y se pusiera a escribir, Abel Matutes, en aquella época ministro de asuntos exteriores que habló con la familia manteniéndola informada, Toni Bosch, alcalde de Mollerussa entre 1999 y 2007 y hombre de confianza de la extinta CiU que tuvo que gestionar lo ocurrido desde su puesto de responsabilidad en el ayuntamiento a sus 34 años y llevando tan solo veinte días en su puesto, e incluso Jordi Pujol con una aparición algo dramática, tienen su cabida en este perfecto ejercicio de orfebrería periodística llamado Dues cicatrius. Mención aparte merece Ángel Pujol, copropietario de Prefabricados Pujol, una de las empresas más fuertes de Catalunya y mollerussenc de pro que no dudó ni por un momento pagar de su bolsillo el viaje a la familia Lloret-Rovira a Afganistán para que estuvieran al lado de su hija. No desvelaremos aquí el final de su relación pero sin duda quedamos cautivados con ella.
             
En general, brillante. Se mire por donde se mire.

SALVA G.

Título: Dues cicatrius
Autor: Ferran Grau
Editorial: Capital Books
Edición: 1ª edición, septiembre de 2016
Número de páginas: 245 pp.
I.S.B.N. 978-84-944928-4-6
               

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