Al final voy a tener que olvidar mi regla básica, aquella que dice: aléjate de un libro en el cual en sus primeras páginas aparezca un mapa representativo de dónde se desarrolla la acción del mismo.
Y es que este El monje de Moka, la vuelta a la no ficción narrativa de Dave Eggers (Boston, 1970) aun teniendo en sus primeras páginas un pequeño mapa en el que encontramos los escenarios por donde se mueve la novela (las localidades de Saná, Yarim, Moka, Ibb o Al Haymah, todas ellos en Yemen) debo admitir que tras su lectura nos encontramos ante una de las mejores obras del año.
Al igual que hiciera en Zeitoun (2009) contar la verdadera historia de Abdulrahman Zeitoun, en El monje de Moka, Eggers cuenta la verdadera historia de Mokhtar Alkhanshali, hijo de inmigrantes yemeníes, criado en un conflictivo barrio de San Francisco, que con veinticinco años aún no pudo acceder a la universidad. Trabaja como portero en un bloque de pisos de lujo y allí descubre que el café también es originario de Yemen al ver una estatua enorme de un hombre vestido con zaub llevándose un gran tazón de café a la boca (la leyenda del pastor con sus cabras ocurrió en tierras etíopes, pero de ahí el café saltó a Yemen, tan solo el Mar Rojo separa ambos países, un siglo después)
Es desde ese instante en que se propone no solo descubrir e investigar la historia del café en Yemen, sino exportar desde él a América un café de especialidad y máxima puntuación para que decenas de granjas de cultivo consigan un precio mayor por sus producciones.
Como una auténtica montaña rusa se producen los hechos en la vida de Mokhtar: primero viviendo un año al lado de su abuelo Hamood en Ibb y regresando como otro hombre a San Francisco, aunque tan solo tuviera quince años; después concatenando un trabajo tras otro, a cada cual más exitoso; descubriendo la historia del café yemení gracias a su amiga Miriam; visitando las montañas más remotas del país visitando a los caficultores; luchando por conseguir la certificación personal de Q Grader, o lo que es lo mismo, ser un catador oficial de café; escapando de una guerra civil en Yemen...y en definitiva, luchar por un sueño, dar a conocer al mundo el café de Yemen, por supuesto, pero también demostrar que si se persigue un sueño éste puede conseguirse. Mokhtar se convierte así en un valiente emprendedor, literalmente, que resucitó el arte ancestral de la producción de café en su país.
A través de una exhaustiva investigación que duró tres años, en los que el autor entrevistó a Mokhtar, viajó con él para investigar sobre la producción del café y visitaron decenas de granjas de cultivo, Eggers pudo plasmar todo eso en El monje de Moka una fascinante novela no solo de aventuras, sino de superación, una crónica bélica y un recorrido por la historia del café.
Como amante del oscuro brebaje, sin llegar a ser un Q Grader como finalmente consiguió serlo Mokhtar, el primero de origen árabe, sí que ha llegado un momento en mi vida en que disfruto de una buena taza de café por el mero hecho de paladear su sabor y no por mantenerme despierto. Sí es algo que hice en mi juventud, en la segunda mitad de los años ochenta, pero a día de hoy saborear una buena taza de café exclusivo resulta un pequeño placer que intento disfrutar cada día. Y sinceramente, después de leer y por supuesto disfrutar de este El monje de Moka sin duda ahora mis papilas gustativas estarán más abiertas que antes cuando una taza de humeante café se pose en ellas y el preciado oro negro se deslice poco a poco por mi garganta.
Acabaré mi reseña con la última frase que utilicé para finalizar la crítica de El increíble viaje del faquir que se quedó atrapado en un armario de Ikea de Romain Puértolas hace años y que ocurrió en estos días: esperamos impacientes su versión cinematográfica.
SALVA G.
Título: El monje de Moka
Autor: Dave Eggers
Traducción: Cruz Rodríguez Juiz
Editorial: Random House
Edición: 1ª edición, marzo de 2019
Número de páginas: 320 pp.
I.S.B.N. 978-84-397-3541-0
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