El asesinato de un antiguo dirigente cubano en los días previos a la visita que Barack Obama realizó a La Habana en 2016 sirve de inicio al regreso de Mario Conde, protagonista de una fructífera serie que ya va por su décima entrega, si no me fallan las cuentas. Conde es ahora un policía retirado que se gana la vida entre la compra venta de libros de segunda mano y trabajos de seguridad privados. Pero de vez en cuando, sus antiguos compañeros recurren a él para esclarecer algún caso complicado, como es el que nos ocupa.
Mataron a
un tipo que, con toda seguridad, era un hijo de puta con certificado de
calidad.
Hay una segunda trama en la
novela que arranca con el asesinato de dos prostitutas en La Habana de
principios de siglo XX, investigada por un joven y prometedor policía, que a
consecuencia de su trabajo entrará en contacto con Alberto Yarini y Ponce de
León, un proxeneta culto, educado y con un encanto personal innato, que también
puede ser fríamente despiadado cuando las cosas, o las voluntades ajenas, no se
adecúan a sus deseos. Yarini fue un personaje real que gozó de una importante
popularidad e influencia en la Cuba de aquellos años que, según nos cuenta
Padura, estuvo a punto de ser elegido como presidente de la República.
Tanto en una época como en otra,
La Habana es un personaje más. A través de unas descripciones bellas, intensas
y llenas de matices, uno se siente en las calles de la ciudad. Pero no en la de
las postales ni la de las películas norteamericanas, sino en La Habana
auténtica. Los habitantes de la ciudad aparecen y muestran su alma desnuda,
tratan de ser felices y prosperar (nunca dejan de soñar que van a dejar atrás
el hambre) en medio de una bella decadencia, en ocasiones desolación, que flota
en el ambiente.
Hasta tener
mucho dinero es complicado para los muertos de hambre.
El protagonista no es ajeno a ese
sentimiento generalizado entre los habaneros. Conde se siente persona con tan
solo poder invitar a sus amigos a una buena comida. Nótese que he dicho “se
siente persona”. La mayoría de los cubanos, según se desprende de las páginas
de Personas decentes, no viven como personas. O al menos, no lo perciben así.
Por algo será. A Conde, y a muchos otros, les gustaría cambiar eso, pero son
conscientes de que, a pesar del momento histórico que viven, de la oportunidad
que tienen de abrirse al mundo ¡hasta los Stones van a dar un concierto!, de
dejar atrás décadas de secretismo y cerrazón, de cambiar todo, de aprovechar,
en pocas palabras, esa visita del líder del mundo a su país, hay otros, unos
pocos, pero más poderosos, que no quieren que nada cambie.
A pesar de todo lo malo, (I
can`t get no Satisfaction), Padura y su Mario Conde personifican las ganas
de seguir adelante y el optimismo de los cubanos. Ese intento perpetuo y
legítimo de dejar atrás la pobreza. Y si no se puede, de ser tan felices como
sea posible con lo poco que tengan. Porque sí. Porque se lo merecen, cojones.
Alberto Pasamontes
Personas decentes – Leonardo Padura
Nº de páginas: 448
Editorial: TUSQUETS EDITORES
ISBN: 9788411071604
Año de edición: 2022
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