Giancarlo Siani, periodista de Il Mattino, fue asesinado por la Camorra bajo su domicilio, en el barrio residencial del Vomero, Nápoles, el 23 de septiembre de 1985. Había cumplido veintiséis años unos días ates y aquella tarde había intentado, sin éxito, encontrar una entrada para el concierto de Vasco Rossi.
Doce años después de aquel terrible asesinato, la justicia dictó sentencia: el Juzgado de lo Penal de Nápoles condenó a cadena perpetua a los hermanos Nuvoletta y a Luigi Baccante como mandantes del homicidio, y a Ciro Cappucci y Aramando Del Core como ejecutores materiales.
Como dice Lorenzo Marone (Nápoles, 1974), estos son los hechos (ocurridos, añadimos nosotros) pero Cuando dejamos de ser niños, la novela no es para nada una biografía de los últimos meses de Siani con vida, no es un libro sobre Siani, sino un libro con Siani. A su alrededor Maronecrea toda un amalgama de personajes, tanto principales como secundarios, que hacen de este libro algo mágico.
Si tuviera que buscar un parecido razonable, este sería sin dudarlo Cinema paradiso, la censurada película que Giuseppe Tornatore estrenó en 1989, con su retrato sentimental de Salvatore, alias Toto, un niño de seis años que cuenta su historia tras regresar al pueblo donde nació al entierro de Alfredo, el hombre que le abrió los ojos a la vida.
En Cuando dejamos de ser niños, Toto es Mimì, un niño de doce años “cuatro ojos bajito, con melenita, gafas redondas y una extraña manera de hablar” que vive en el bario popular del Vomero en Nápoles en un edificio donde su padre trabaja como portero y Alfredo es el malogrado Giancarlo Siani.
Nápoles, enero de 1985, justo el día de la gran nevada. Mimì está en casa con su familia: su abuelo, su abuela, su madre, su padre y su hermana. Es su padre quien le pide que traiga la cámara para inmortalizar el momento. Nieve en Nápoles. Algo que no sucedía de esta forma desde 1956. Mimì sigue en su casa tras las ventanas resguardado, es entonces cuando Sasà, un chavalito que desde hacía semanas le rondaba, eso sí, sin acercarse para hablarle, le llama a la ventana para decirle: “Mimì, ¿has visto? ¡Nieva nieve!”
Desde ese instante Sasà se convertiría e su amigo del alma y juntos vivirán ese instante en que dejamos de ser niños. Ya sea paulatinamente o de sopetón, como el caso de Mimì.
A sus doce años Mimì cree en los superhéroes, en los superpoderes, y sueña en ser uno de ellos. Su referencia es Giancarlo, un periodista antimafia que vive en su mismo edificio,conduce un extraño coche de color verde descapotable y es la única persona que le habla como se habla a un adulto. Giancarlo no vuela, ni tiene armas, su Citröen Mehári es su Batmóvil particular y un cuaderno y un boli sus armas. Y para demostrar que él y Mimì son amigos Giancarlo le graba una cinta con canciones de Vasco Rossi, el cantante favorito de Viola, una niña de la cual Mimì está enamorado. Si Mimì fuera un superhéroe, su única misión sería la de proteger a Viola.
En escasos meses, la acción finaliza nueve meses después de su inicio, conocemos la historia de esa época mágica en la vida de Mimì, empatizamos con todos sus actos, su imposibilidad de mentir, su buen corazón, su tierna mirada, su sensibilidad y en definitiva volvemos a un tiempo que aunque todos dejamos atrás, siempre nos gusta recurrir a él para encontrar esos hechos que nos hicieron ser cómo somos en la actualidad.
Cuando dejamos de ser niños es una deliciosa y emotiva obra, que no solo destila inocencia por todos sus poros, sino que demuestra que se le puede poner voz a un niño de doce años y convertir su personaje en alguien de quien aprender alejándose de la ñoñería.
Sí, los valores que demuestra Mimì en la novela no deberían desaparecer de nuestra vida al crecer.
Cuando dejamos de ser niños resulta ser todo un acierto.
SALVA G.
Título: Cuando dejamos de ser niños
Autor: Lorenzo Marone
Traducción: Ana Romeral Moreno
Editorial: Harper Collins
Edición: 1ª edición 2019
Número de páginas: 302 pp.
I.S.B.N. 978-84-9139-366-5
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