A día de hoy esa lista se verá incrementada con el nombre, ficticio, de Robert Walter, el carismático y popular alcalde de Ámsterdam, marido y padre ejemplar y político sin tacha, a la par que protagonista absoluto de Sospechas, la nueva novela de Herman Koch (Arnhem, 1953).
Todo en la vida de Walter transcurre sin excesivos sobresaltos. Casado, padre de una hija mayor de edad, y con unos padres vivos e independientes en su quehaceres. Hasta ese fatídico día: Año Nuevo. En la recepción que ofrece el alcalde sorprende a su mujer Sylvia, charlando al fondo de la sala con el concejal Maarten van Hoogstraten. Un leve roce con el codo, un fugaz cuchicheo al oído y un alegre brindis entre ellos bastan para que la sospecha se instale en la mente del alcalde. Así como una risa tras el cuchicheo haciendo que Sylvia echase la cabeza hacia atrás. El concejal había conseguido hacer reír a una mujer inteligente, cuando todo el mundo sabía que precisamente el concejal no era conocido por su sentido del humor.
A partir de este instante Walter deberá mantener una apariencia serena para con el cargo que ostenta, acepando así el momento de su vida que le tocó vivir. Un momento que se tornará decisivo cuando tenga que sacrificarlo todo para no perder lo único que de verdad le importa en su vida.
Koch plantea dramas morales en su novela, desde una muerte controlada por la propia persona, hasta el ecologismo o el veganismo, en un momento de la novela uno de los protagonistas pregunta: ¿Hace falta que enumere a todos los dictadores, psicópatas y asesinos en serie vegetarianos que ha habido? Walter prefiero ser recordado por haber sido el alcalde corrupto, se autoinculpa el haber dejado a un policia en silla de ruedas en su juventud ante una periodista, que no pasar a la historia como el alcalde cornudo y con un concejal de su absoluta confianza nada menos.
El autor disecciona a las personas en general y a los protagonistas en particular hasta convertirlos en algo insignificante, tal y como se verían a través de un microscopio. Retrata a las familias, en este caso a la familia de su mujer, como un clan, completamente opaco, sin fisuras, yendo todos en la misma dirección. Las conversaciones del hermano de su mujer con el propio alcalde representan sin duda ese secretismo familiar indestructible por alguien venido de fuera. En este punto deberíamos contar que aunque en ningún momento aparece el país exacto de procedencia de su mujer, sí que queda claro que no son los Países Bajos. Ambos, Sylvia y Robert se escudan en sus respectivos países cuando las diferencias sociales se hacen evidentes.
Sospechas resulta verosímil en toda su extensión y mantiene la tensión hasta sus últimas páginas. Robert no tiene fundamentos para pensar en la infidelidad de su mujer, más allá de unos pocos gestos en la recepción de Año Nuevo, pero durante toda la novela Koch mantiene encendida esa llama, ya sea repasando todos los momentos pasados en la vida del protagonista así como los instantes actuales, tal vez aquella vez que su mujer comentó que estaba con una amiga en realidad estaba en un hotelito con el concejal.
Herman Koch escribe sin tapujos. Utiliza un humor sutil el cual debemos rascar para dar con él, pero que se torna corrosivo en cuanto aparece en la superficie lijada y plasma a la perfección esos pequeños instantes cotidianos que hacen pasar nuestra existencia. El autor aborda sin ningún tipo de quemazón la doble moral, impagable el momento en que el padre del protagonista le cuenta a su hijo que su carnet de conducir caducó y no encontró un médico dispuesto a firmarle bajo mano la revisión médica necesaria, pero sin dudarlo le ofrece su ayuda para acabar con su vida y la de su mujer aplicando cualquier tipo de fármaco disponible, la hipocresía y otras contradicciones de la sociedad contemporánea.
SALVA G.
Título: Sospechas
Autor: Herman Koch
Traducción: Maria Rosich
Editorial: Salamandra
Edición: 1ª edición, octubre de 2019
Número de páginas: 302 pp.
I.S.B.N. 978-84-9838-965-4
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