La vuelta a la novela de Antonio Ungar (Bogotá, 1974) tras su premiada Tres ataúdes blancos (Anagrama, 2010) tardó la friolera de siete años y lo hace de la mano de esta Mírame, retrato por una lado de la obsesión de un xenófobo francés con una migrante paraguaya que vive en el quinto piso del número 21 de la Rue C, justo al otro lado de los patios de la vivienda del protagonista, que minuciosamente apunta en un diario todo aquello que ve, piensa o cree, y por otro lado, el querer resurgir la maquinaria para devolver la gloriosa y vieja república en el estatus actual.
Escrito en primera persona a modo de diario contemplamos con horror, cómo el protagonista no solo habla con una hermana muerta a quien sin duda le dedica no solo todos sus logros y fechorías, si no en definitiva el diario completo: escribe por y para ella, si no el odio que tiene para con sus nuevos vecinos, de los que desde el primer día en que se instalan en el piso cree sin dudarlo un instante que están tramando alguna, sea un atentado, sea vender droga, sea ya puestos, maltratar a la hija pequeña de quien nuestro protagonista de tanto espiar, acaba metiendo cámaras y micrófonos en el piso, cae en las redes de Cupido.
Tras liarse con la vecina y pensar que tiene todo bajo control, un hecho luctuoso acabará significando un punto y aparte en su anodina vida, posiblemente debido al a cantidad de pastillas que ingiere: Clonazepan, Diazepam, Alprazolam, Ritalin, Adderall, Xanax, Zopax, Colpromazina o Serotax, y de perseguidor pasará a perseguido.
Ungar hace de su protagonista un títere, y aunque con sus hábitos de loco quiere que pensemos que en realidad lo está, no deja de ser un fanático como lo podría ser el típico “lobo solitario”, con quien aunque nos sorprenda es mucho más afín. Sí, es otro tipo de fanatismo, pero igual de nocivo que el del terrorista.
Cuando por la ventana abierta del patio de su casa le llega el olor a curry picante y grasa de mala carne no le queda otra que salir corriendo de casa aguantando la respiración hasta llegar al parque más próximo de su casa y poder respirar la hierba recién cortada.
Esas son las “cosas” que nuestro simpático protagonista hace. Un hecho sin duda con claro matiz xenófobo, pero no duda ni un instante en acostarse con esa paraguaya de diecisiete años, piernas largas, morena, pelo rubio teñido, tetas pequeñas y firmes, muslos fuertes, y de nombre Irina.
Doble moral.
Mírame es violenta, el protagonista ni duda un instante en darle su merecido al padre de Irina por propasarse con ella; pero también erótica, el voyeurismo del protagonista nos remite a La ventana indiscreta de Hitchcock (en un principio hasta nuestro protagonista utiliza binoculares para espiar a su presa), pero en este caso, poner cámaras en el baño, en la habitación de Irina o en los sitios en donde ella pasa el día, sube de tono el relato, haciendo del deseo sexual un arma esencial en él; e incluso inquietante, esos viajes del protagonista a una granja de su propiedad para modelar unas enigmáticas escultura de ángeles en yeso no son muy normales; y por último resulta perturbadora, sí, resulta inquietante que un protagonista tenga tanto odio en su interior para con los migrantes, sean estos de donde sean, como para sospechar de ellos en el primer día en su nueva vida.
Ungar consigue en pocas líneas, recordemos que la novela no llega ni a las 200 páginas, delinear al xenófobo tipo, aquel que se cree superior, que desprecia, que sospecha y que tras todo ello, odia. Su escritura es firme, y la tensión constante, tanto erótica como violenta, y sin duda el giro final de la misma nos consigue sorprender, aunque ello represente dar la razón a nuestro protagonista.
Un acierto.
SALVA G.
Título: Mírame
Autor: Antonio Ungar
Editorial: Anagrama
Edición: 1ª edición, enero de 2018
Número de páginas: 190 pp.
I.S.B.N.978-84-339-9848-4
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada