El joven protagonista de Al corriente, la primera y premiada novela del belga Christophe Van Gerrewey (Bélgica, 1982) recuerda mediante una extensa carta, los momentos que pasó junto a su amada, ahora que ya no está con ella y se despierta una mañana en casa de unos amigos a los cuales les está cuidando la casa y su mascota, un gato llamado irónicamente Ratoncito, la misma casa en la que un año antes había compartido sus vacaciones con en aquella época la que era su novia a quien va dirigida dicha carta.
Christophe Van Gerrewey escribe en primera persona los hechos ocurridos en la vida del protagonista, aquellos pequeños instantes de su vida dignos de recuerdo por un motivo u otro junto a su amada, y aquellas pequeñas sutilezas que dieron al traste con la relación.
Anécdota tras anécdota nos damos cuenta que la perspectiva de uno no resulta ni siquiera parecida a la del la otra, lo cual en muchas ocasiones genera conflictos que sumados poco a poco dan un resultado abultado que acaba con todo.
Y también poco a poco, casi imperceptiblemente, lo que primero es un soliloquio se convierte en una conversación a dos entre los protagonistas. La versión de la mujer se va colando muy sutilmente entre las palabras del protagonista para acabar siendo la cabeza parlante y así enseñarnos cómo es en realidad nuestro querido personaje.
Aunque parece que estamos ante una declaración de culpa por parte del personaje hacia se amada, se torna en un juego donde autor y lector entran sin querer en él. Una carta que debería leer una única persona, la remitente de la misma, se hace pública en forma de libro, el que tenemos en nuestras manos, y así acabamos siendo parte de la historia de ambos amantes sin quererlo ni beberlo.
Christophe Van Gerrewey consigue con su juego ingenioso y sutil llevarnos a unos terrenos pantanosos, aquellos en los que dudamos si estar de parte de él o de ella, y es que cuando el que habla es él, su historia es una, y cuando la que habla es ella, su historia resulta completamente diferente.
Sí, el amor es absurdo, algo inexplicable, pero que todos hemos sufrido, no hay palabras para describirlo, más allá de que cada vez que te miro el sol entra en mi corazón y me veo atrapado por un torrente de emoción fluyendo por mis venas, y aunque nos arrepintamos de nuestras acciones, como el protagonista de Al corriente, nunca será suficiente para poder reconducir una relación rota, no por un único hecho, si no por la suma de muchos de ellos.
Lo que en un principio es una carta abierta para poner al corriente a su antigua novia de todo aquello que le pasó en su relación y le está pasando en la actualidad, casi con su estructura narrativa parece un diario, acaba convirtiéndose en una misiva redentora, en un canto al mea culpa, a una búsqueda del perdón, y ya se sabe, quien pide perdón es porque hizo algo mal.
Sí, Al corriente sorprende, más por su escritura, la mano firme de Van Gerrewey no tiembla a la hora de contar todo aquello que ocurrió entre los dos protagonistas de mano de uno de ellos, que por su fondo, al fin y al cabo tan solo es una historia de amor, algo tan insignificante que mueve montañas, lo de la fe es un mito, resulta ambiciosa, eso de que la voz de la amada vaya cada vez tomando más relevancia en el texto sin duda lo es, y un excelente punto de partida para una carrera literaria. Sin duda ganar el Premio de Literatura de la Unión Europea 2016 es un magnífico inicio en esta disciplina. Le seguiremos la pista.
SALVA G.
Título: Al corriente
Autor: Christophe Van Gerrewey
Traducción: Julio Grande
Editorial: Alianza editorial
Edición: 1ª edición, marzo de 2018
Número de páginas: 181 pp.
I.S.B.N. 978-84-9181-048-3
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