Théo tiene doce años y medio. Sus progenitores se divorciaron cuando su padre tuvo una aventura. Fue con La zorra, tal y como la llama su madre y se puede quedar con él. Vivieron un tiempo juntos. Nos referimos al famoso padre y a La zorra, conocida también como La gilipollas. Hasta que se separaron. Dejando al padre solo. Conocido también con los sobrenombres de “el otro”, “el cabrón” o “el pringado” entre otros no tan amables. Hundido. Profesional y personalmente. Pero eso es algo que la madre de Théo no sabe. Ni sabrá. Pasa las semana en su casa. Oscura. Sucia. Apestosa. Desordenada. Vergonzosa. Y vuelve a casa de su madre los fines de semana. Ella vive consumida por un odio sin fisuras hacia su ex. Théo vive en medio de esa guerra.
Théo mantiene su lealtad para con su padre.
El alcohol es su única vía de escape. Su afición. ¿Su meta? Caer redondo, conseguir un coma etílico. Para ello tiene un compinche en el colegio. Mathis, el amigo con el que se inicia en la bebida, con el que no solo comparte pupitre, también mentiras.
Mathis mantiene su lealtad intacta para con Théo.
Hélène es la profesora de ambos. Tuvo un pasado duro. Un padre más que posesivo. Un padre violento. Detecta en la conducta de Théo que el chico puede tener problemas. Es algo que sabe de primera mano. A los años dejó su casa. Fue instinto de supervivencia. A toda costa, incluso poniendo su propio trabajo en peligro, Hélène quiere salvar a Théo. Pero no tiene pruebas en su contra.
Hélène mantiene su lealtad intacta para con Théo.
Céline es la madre de Mathis. Vive para sus hijos, su marido y su casa. Se siente desplazada. Un cero a la izquierda. Ve y calla. Como cualquier hijo de vecino. Incluso cuando descubre el secreto de su marido. Lleva veinte años con él, pero no le conoce. Pero no puede decir nada.
Céline mantiene su lealtad intacta para con William, su marido.
Todos y cada uno de los personajes que aparecen en Las lealtades, la última novela de Delphine De Vigan ((Boulogne-Billancourt, 1966) son seres heridos, marcados no solo por los demonios interiores que les acechan si no también abrumados por todo su entorno. Viven entre la mentir, el engaño y los secretos.
Al igual que Los tres monos sabios, mejor es no ver, no hablar, no oír.
Y así actúan los personajes de esta dura novela.
Viven angustiados, y es esa misma angustia las que les lleva a un fin autodestructivo, en este caso el coma etílico, en un mundo donde cada vez más los jóvenes empiezan a beber alcohol mucho más temprano en sus vidas, inducidos en parte por sus propios padres.
De Vigan no juzga a sus personajes. Ni tiene compasión de ellos. Tan solo muestra cómo son. La fealdad que les rodea. Los odios que se apoderan de sus vidas. Y la vía de escape que utiliza un niño de doce años y medio para salir de ese pozo de auténtica y pura mierda.
Las lealtades resulta concisa, cruda, absolutamente directa, la prosa de De Vigan corta como un cuchillo (un servidor intentó asemejar estar reseña en su primera parte a su estilo) y en menos de 200 páginas muestra a la perfección la mente de un niño que teme a los adultos. Así como la dura historia de Hélène, la profesora con un pasado terrorífico.
Sí, Las lealtades es una excelente obra, su historia cautiva, golpea en la boca del estómago con cada uno de sus capítulos, todos ellos con los nombres de los propios personajes de la novela, pero tiene un final que no es tan final. Un final que deja en el aire lo sucedido. Nos obliga a imaginar qué pasa con los protagonistas y eso señores míos le resta puntas, haciendo de ella simplemente una buena novela. Si ese final hubiera estado cerrado estaríamos hablando de una obra maestra. ¿Tal vez De Vigan quiera continuar la historia en su próximo libro?
SALVA G.
Título: Las lealtades / Les lleialtats
Autor: Delphine De Vigan
Traducción: Javier Albiñana / Jordi Martín Lloret
Editorial: Anagrama / Edicions 62
Edición: 1ª edición, octubre de 2019
Número de páginas: 200 / 172 pp.
I.S.B.N. 978-84-339-8049-6 / 978-84-297-7729-1
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