Si conocen a Carlos Salem saben que es muy difícil describir una novela suya, si no lo conocen les habrán informado que están cometiendo un delito tipificado en el código penal de la novela negra, porque este argeñol es todo un clásico del género, triunfador allende los pirineos por su estilo tan arrollador como particular, y con esto último no pretendo hacer salvedad alguna.
Si has leído Salem antes, afrontar una nueva lectura suya es aceptar el reto que te propone, por ejemplo, subir a la montaña rusa con varias cervezas de mas, o de menos para el coma etílico, según se vea, asumiendo que no debes verter ni una sola gota de la bebida mientras que con el brazo libre haces todo lo posible para meter mano a tu acompañante sin perder un ápice de romanticismo canalla.
Si no lo han leído antes, no sé a qué esperan. En esta su última publicación encontrarán esa narrativa endiablada, cual Woody Allen con sobredosis de cafeína, que tanto le caracteriza, esas subtramas aparentemente imposibles de encajar dónde autodesheredados de sí mismos se sobreviven eclipsando sus realidades con disfraces tan ineficaces como alegóricos.
Pero es que además, en el cielo no hay cerveza, cuenta con esa ironía reiterativa y retórica elevada al cuadrado de la mala leche. Y si no lean, lean los primeros párrafos y encuéntrense con esa caterva de periodistas entrecomillados que alimentan la carroña de las vísceras, relean sus nombres y sus muertes y después confiesen lo que han disfrutado. Si, una vez más, para los que lo habéis leído antes, nos encontraremos de nuevo con ese medio poeta de cabeza afeitada y nombre desconocido, yo creo incluso que para sí mismo, de corazón alcohólico y por lo tanto, frágil, que sufre cuando ama y en cuyo código ético de un solo mandamiento sobrevive tan sólo la amistad.
Para los que no lo habéis leído, de verdad, no sabéis lo que os estáis perdiendo y no porque yo lo diga, echad un ojo a las sus ventas, la gente que lo sigue en las redes y en sus presentaciones, los premios acumulados, los festivales a los que es invitado y las camas a las que también, pero quizás ese sea otro tema.
Último dato con el que les aburro y les robo tiempo, lo publica Navona, que es como Heineken, pero en lo suyo, probablemente una de las mejores líneas editoriales actuales de género negro.
José Ramón Gómez Cabezas
En el cielo no hay cerveza
Carlos Salem Sola
Navona editorial,
Año 2015
ISBN 978-84-16259-12-0
Número de páginas 416
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