Lo reconozco. Nunca le hice caso al cubo de Rubik. Tal vez cuando llegó a mí era demasiado joven para ello o puede que, y esto es con toda seguridad, en aquella época tenía otras aficiones, casualmente, las mismas que 42 años después sigo teniendo: la música.
“El Juguete del año 1980” llegó a mí muy temprano. La hija de un vecino que vivía en el extranjero me lo regaló. Y tal y como llegó a mí: empaquetado en cúpula trasparente sobre base negra y un adhesivo que rezaba, Toy of the year 1980, se quedó. Durante años. En mi mesita de noche. Y el tiempo hizo que desapareciera de mi vida. Incluso cuando ya era el juguete más vendido del mundo. A día de hoy no sé qué fue de él.
Nunca me gustaron los rompecabezas.
Pero sí los libros.
Rubik, de Ernő Rubik (Budapest, 1944) es uno de ellos.
Así como el cubo en sí, el posiblemente mal llamado juguete, tiene más de rompecabezas matemático que de juguete, esto es, entretenimiento educativo, es conocido en todo el mundo, su autor pasa desapercibido allí donde va (impagable la anécdota de un viaje a España en el que resolvió el cubo en una pequeña cafetería en que había por todas partes y el camarero se emocionó mucho al ver que había sido capaz de hacer lo que la mayoría de sus clientes no había conseguido. Evidentemente, cuenta el autor, que no se identificó) y sinceramente, tampoco quiere destacar, para ese menester deja al cubo en sí. Sin duda estamos ante un invento que supera con creces la fama de su inventor.
Y gracias a Dios que un avispado trabajador de un perdido departamento de marketing, tuvo la brillante idea de que el nombre de Cubo de Rubik era mejor que Cubo mágico, el que había puesto su creador.
En la primavera de 1974 Rubik creó su famoso cubo. A principios del año 1975 solicitó la patente. Esta no llegaría hasta octubre de 1976. Sí, en los países tras el telón de acero las cosas necesitan tiempo. En 1977 apareció por primera vez en las jugueterias de Budapest. En el mercado húngaro de juguetes, le dijeron que vender entre diez y quince mil unidades se consideraría un gran éxito. Rubik no quiso arriesgar y pidió un lanzamiento de 5000 unidades. En 1979 Hungría era adicta al cubo. Tres años después de su puesta a la venta Ideal Toy Corp. Había despachado 100 millones de cubos. A día de hoy ha vendido más de 400 millones de ejemplares.
Rubik resultan unas memorias llenas de humildad por parte de su autor, quien hace con sus escritos que prevalezca más su obra que él mismo, como ya dijimos. Sorprende la filosofía de vida del autor, que no duda ni un minuto en citar a Terry Pratchett, Buckminster Fuller, Einstein o Albert Schweitzer en cada uno de sus capítulos. Por algo Rubik es hijo de un ingeniero aeronáutico y una escritora que estudió escultura, arquitectura, y disciplinas artísticas, además de impartir clases de arquitectura. Pero sobretodo es un bibliófilo declarado. Los libros, cuenta él mismo, le permitieron conocer el mundo y las personas que lo habitan.
Rubik, el inventor, es tan enigmático como Rubik el Cubo en sí y estas memorias así lo demuestran. Lo más característico del cubo, cuenta su creador, es la contradicción entre su simplicidad y su complejidad. El Cubo es una forma geométrica perfecta. Pero la geometría es el estudio de cómo está estructurado el universo entero.
Rubik. La increíble historia del cubo que cambió nuestra manera de aprender y jugar se torna finalmente como el perfecto manual de un proceso creativo que culminó en victoria absoluta por parte de su inventor, pero también como la más pura expresión filosófica de un pensamiento positivo e ingenioso de su creador.
SALVA G.
Traducción: Daniel López Valle
Editorial: Blackie Books
Edición: 1ª edición, febrero de 2022
Número de páginas: 198
I.S.B.N. 978-84-18187-96-4
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