Título Original: Harry Potter and the Deathly Hallows: Part 2
Nacionalidad: EEUU y Reino Unido Año: 2011
Guión: Steve Kloves
Fotografía: Eduardo Serra
Música: Alexandre Desplat
Intérpretes: Daniel Radcliffe (Harry Potter), Rupert Grint (Ron Weasley), Emma Watson (Hermione Granger), Ralph Fiennes (Lord Voldemort), Alan Rickman (Severus Snape), Helena Bonham Carter (Bellatrix Lestrange), Maggie Smith (Minerva McGonagall).
He ido al cine acompañado de mis dos sobrinas de quince y dieciséis años. Y digo bien, acompañado, que no acompañando. De los tres yo he sido el que más interés ha puesto siempre en ir a ver la que será (al menos eso dicen –yo tengo mis dudas-) la última aventura del ya no tan inocente aprendiz de mago. Reconozco que soy fan de las películas y que me he divertido mucho con ellas, desde el principio, pero prometo ser lo más objetivo posible en mi crítica.
Hace ya diez años, un pequeño Harry Potter recalaba en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, todo era una fantástica novedad que rebosaba magia y candidez. Ahora, tras siete aventuras cinematográficas en las que hemos visto casi de todo en la vida de Harry y sus amigos y enemigos, tocaba zanjar de alguna manera los cabos sueltos que durante la extensa trama del mundo de J.K. Rowling se han ido tejiendo alrededor de la casi mística atmósfera de todos los libros de la saga.
Es evidente que para los seguidores de Harry Potter se ha establecido una especie de unión emocional que les ha predispuesto a sentir el final del ciclo como algo casi vital en sus propias emociones. Pero hay algo que creo que David Yates ha conseguido en esta película especialmente, y en la anterior también, algo que no tienen las otras… la ha “adulterado” con un marcado acento de “novela oscura “. Es decir, para mi entender, David Yates en su intento de dar velocidad a una trama y dotarla de una acción desbordante ha adolecido de gran cineasta, sin serlo realmente. No estamos hablando de un grande en la dirección, no nos equivoquemos, y quizá nunca llegue a serlo, estamos ante un buen cineasta que quizá, quizá, éste era un proyecto demasiado grande para él. Aún así, el film sigue siendo un parapente de efectos especiales increíbles, un extraordinario diseño de producción y fotografía y una espectacular puesta en escena de todos y cada uno de los actores, en especial de los tres protagonistas Daniel Radcliffe, Rupert Grint y Emma Watson, y muy especialmente de Alan Rickman que ha sido el encargado de dar vida en este último acto a un personaje tan complejo como Snape.
Tenebrosa, oscura, grandilocuente y moderadamente lucida, la trama sufre de una falta de ritmo continuo y a veces de una escasez de contenido, fruto de esos cabos sueltos que parecen unirse por arte de magia, nunca mejor dicho… aunque yo, para que negarlo señores y señoras, me lo he pasado pipa, ¡de cine!, y no puedo reprochar nada de nada a esta última superproducción “Pottiense”.
Axel Miralles.
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