Precuela de la novela de zombis Instinto de Superviviente (2011), donde su autor, Dario Vilas, nos presenta Lantana, una ciudad en crecimiento, un reducto de prosperidad en medio de un país en crisis. Allí conoceremos a Nacho, un islote enclavado en un océano de existencias con las que no consigue empatizar, cuyo vínculo no sabe reconocer. Los contrastes entre Lantana y Nacho los abocaba a cruzarse en el camino. Pero un misterio mucho mayor, unas fuerzas que sobrepasan la ciudad, la inmensidad de su desierto, a Nacho y al resto de sus habitantes, está a punto de desencadenarse y aflorar desde la profundidad insondable de un pozo que los reclama con avidez.
Una de las ventajas, y tal vez a veces inconveniente, de seguir los pasos de un autor prácticamente desde sus inicios, es que el lector es capaz de ver, por muy sutil que sea, su evolución y madurez literaria. En el caso de Darío Vilas he de decir que no ha sido ni mucho menos sutil, pero tampoco es algo que me sorprenda. Ya en sus primeros relatos apuntaba maneras y conseguía desentrañar con maestría los dolores del alma humana, sus afectaciones más profundas y sus inmundicias. Ya en sus primeros pasos por tierras de Simetría era capaz de acercarnos al terror más espeluznante sin necesidad de tirar demasiado de lo sobrenatural o lo fantástico, porque así es su prosa: llena de matices muy reales, cargada de dosis de una realidad tan abrumadora que preferirías que, en verdad, se tratase de mera ficción literaria.
Lantana es la precuela de su anterior novela, Instinto de Superviviente. Ya con ella, Darío nos demostraba que era capaz de sumarse a la ola zombi y afrontar el reto desde un punto de vista muy suyo, con mucho de humanidad derruida y algo menos de carne y vísceras. Nos demostró que el hombre es más perverso y voraz como hombre, sin más, que como zombi. Además, hizo algo que a mí, personalmente, me maravilló: crear, dentro de este género en el que parece estar todo ingeniado, una nueva horda de seres a los que el autor denominó faros y de cuyo origen nos enteraremos, en parte, en ésta, su segunda novela. En Lantana: donde nace el instinto vemos precisamente eso, el punto en el que nace la debacle en la que acabará sumida el mundo y la humanidad misma. Conoceremos ese lugar al que tantas veces nos ha llevado
Darío de la mano y al que dio por llamar Lantana y también nos preparará el camino para otro de sus imaginarios geográficos: Simetría, isla en la que ya basó una antología de relatos (Imperfecta Simetría) junto a Rafa Rubio. Volviendo a Lantana: donde nace el instinto, el autor, como decía, ha dejado patente una evolución y madurez que me ha extasiado. Una prosa bien construida, certera, sin detalles superfluos… muy, muy directa. Con descripciones maravillosas y con abstracciones y reflexiones impagables, de esas que se van colando sin que te des cuenta, de las que hacen que veas y descubras a sus personajes sin apenas apercibirte de ello, como si estuvieras conociendo en verdad a alguien a lo largo de los días. Sutil. Muy sutil. Sublime. Por eso, como lector, y después de seguir de cerca su trayectoria, uno se siente satisfecho de leer a Darío, de seguir disfrutando, más si cabe, de su prosa ágil y desgarradora, que habla desde el corazón y sin tapujos, de todo y para todos, le pese a quien le pese.
Además, he de confesar que solamente me ha bastado un día para devorar sus más de doscientas páginas, lo cual dice mucho de la seducción que provocan sus palabras, de la atracción que te succiona y te abstrae, sin darte cuenta, hacia la vorágine de acontecimientos. Sucede que en apariencia no sucede nada, pero en verdad lo que sucede es que sucede todo y, cuando caes en ello, es demasiado tarde para volver atrás, la lectura te ha atrapado, la historia te ha contaminado y seducido, los esquemas se han caído y te encuentras al final de una gran historia llena de soledad y desánimos, llena, al fin y al cabo, de vida. No puedo más que alabar el buen hacer de este escritor, el buen curso que ha tomado su trayectoria de un tiempo a esta parte, y la buena escritura que aún nos queda, seguro, por ver de su puño y letra.
Es, en definitiva, una novela que se desmarca del género zombi y que merece, y mucho, la pena leer.
Víctor Morata Cortado
Lantana: donde nace el instinto
Autor: Darío Vilas
Editorial: Dolmen
256 páginas
ISBN: 9788415296683
1ª Edición: Diciembre 2012
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