José Mauro de Vasconcelos
Editorial Libros del Asteroide.
Traducido por: Carlos Manzano
ISBN: 978-84-92663-43-9
Año: 2011
Número de páginas: 208
Contemplar la complejidad del mundo desde los ojos de un niño de cinco años es una tarea para la que los adultos, sencillamente, no estamos capacitados. Para hacerlo, para comprender todo lo que Zezé (el protagonista y voz narrativa) trata de explicarnos, deberíamos primero admitir nuestra soberana ignorancia, limpiar nuestra mirada y recuperar aquellos sueños de la infancia que en alguna parte de nuestro interior todavía guardamos, olvidados y llenos de polvo. Cuando nada nos daba miedo y el barrio, la calle, eran sólo el escenario de nuestros juegos. Mi planta de naranja lima debería ser leída sentados en el suelo, con los ojos a la altura de este niño rubio, enclenque, precoz y extremadamente sensible. Tal vez así, la sabiduría vital de Vasconcelos encontraría el tránsito hacia nuestro corazón con más facilidad.
Zezé es un niño que ha aprendido a leer sin que nadie le enseñe (y eso sólo puede ser cosa del diablo), pero además puede hablar con un murciélago y llamarlo Lucendo, es capaz de salir de la periferia de Bangu (un barrio carioca muy pobre) y viajar por el Oeste americano sólo con subirse a lomo de un pequeño naranjo con el que comparte amistad, al que también bautiza. Con todo, eso no es lo peor. Lo peor es que hace preguntas que sacan de quicio a sus hermanos, a su tío, a su abuela, a sus padres y a sus vecinos. Zezé lo ve todo con una obviedad llena de ingenuidad, y espera respuestas que los adultos no saben o no pueden darle.
Así que este niño travieso (al que a veces le habla el demonio) busca sus propias respuestas, y acepta lo que los demás le inculcan: es malvado, por eso no hay regalos de Navidad para él, por eso su padre se queda sin trabajo, por eso todos se desahogan con él moliéndole a palos. Por eso sabe que no merece ser amado y que nunca debería haber nacido. Únicamente Gloria, su hermana de 15 años le entiende y le protege. Y acaso también la señorita del colegio, con su mancha blanca en el ojo. Cuando Zezé es querido, el demonio parece calmarse. Pero demasiado a menudo se encuentra sólo con su planta de naranjo lima.
Hasta que aparece Portuga, ese señor con un cochazo al que Zezé ha decidido matar por una afrenta. Pero resulta que ese portugués de nombre feo y voz bella, ese señor gordo con un chaleco a cuadros, le enseña lo que es la ternura. Y entonces Zezé decide que Portuga será su padre; al suyo, al de verdad, ya ha empezado a matarlo porque “se mata a la gente con el corazón, cuando dejas de quererlos”. Pero la imaginación prodigiosa de Zezé no puede protegerle indefinidamente en un mundo demasiado duro, donde los trenes atropellan a los amigos y el ayuntamiento tala los árboles aunque estén bautizados.
Estamos ante un artilugio delicado, muy pequeño y quebradizo. Leer esta novela ha sido como tratar de sostener una gota de agua en la palma de la mano sin que se deshaga, mascando la tragedia, sonriendo y riendo abiertamente, pero siempre con la sombra de la amargura tras cada chascarrillo, tras cada pillería de su protagonista. El mimo en la edición, el formato del libro, la fotografía que ilustra la portada, todo nos hace saber que hay que tratar esta novela con sumo cuidado o se nos escurrirá entre los dedos, como los sueños.
Nada duele más que crecer antes de tiempo. Y son demasiadas las cosas que hay que dejar en el camino para lograrlo. Esta novela, que se lee en un suspiro, basada en las vivencias del malogrado escritor José Mauro de Vasconcelos tiene mucho de autobiográfica, pero creo que cualquiera de nosotros puede sentir la nostalgia del espejo en sus páginas. Unos más que otros, ciertamente. Llevada al cine por Aurelio de Texeira en 1970, Marcos Bersntein firma el guión y la dirección de una segunda versión que se prepara para 2012. No lo va a tener fácil, a menos que sea capaz de construir un globo mandarina con papel de seda.
Libros del Asteroide añade una cita de Graham Green al final que resume bien a lo que nos enfrentamos: “Todo niño viene al mundo con un cierto sentido del amor, pero depende de los padres, de los amigos, que este amor salve o condene”.
En resumen, una novela sencilla. Una historia, en cambio, inolvidable.
Víctor del Árbol.
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