En 2002, el 16,4 por ciento de los habitantes entre quince y cuarenta y nueve años de Malawi estaban infectados por el SIDA (era la segunda tasa de VIH más alta del mundo), y el treinta por ciento de los niños en edad escolar no estaban matriculados en el colegio, aun siendo la enseñanza gratuita para todos.
En Haití, antes del terremoto que asoló el país, el ochenta por ciento de la población vivía con menos de dos dólares americanos al día, el cincuenta por ciento de los niños menores de cinco años estaban desnutridos y ochenta de cada mil bebés que nacían no sobrevivían para celebrar su primer cumpleaños.
El cuarenta y tres por ciento de los niños en el tercer mundo sufren retraso en el crecimiento.
Diez y ocho mil niños mueren cada día por causas relacionadas con el hambre, aun contando que hay comida suficiente en el mundo para todos sus habitantes.
Cincuenta y siete millones de niños pobres no acceden a la escuela, y otros sesenta y seis millones más van al colegio con hambre y por ello son incapaces de aprender adecuadamente.
Setecientos setenta y cinco millones de adultos analfabetos se enfrentan cada día a la lucha de ganar lo suficiente para sobrevivir.
El hambre y la desnutrición, siguen siendo en el siglo XXI, la mayor amenaza de salud, causando más muertes que el sida, la malaria y la tuberculosis juntas. Por otro lado, enfermedades estas que tienen a día de hoy curación, cosa que el hambre no.
Por suerte para todos aquellos que padecen hambre en el mundo, nació Magnus MacFarlane-Barrow (Aberdeen, 1968), y con él, Mary’s Meals en 2003, una pequeña ONG creada en un cobertizo de Escocia y que hoy alimenta a más de un millón de niños, como bien reza, nunca mejor dicho, el título de este libro.
El cobertizo que alimentó a un millón de niños cuenta, en primera persona, el cómo, el cuándo y el porqué de su creación.
En 1992 Magnus decide viajar a Bosnia cargando un jeep destartalado con ayuda humanitaria, tras ver en el telediario las noticias que llegaban de la guerra que ocurría en aquel lejano país. Tomándose unas vacaciones de su trabajo en una piscifactoría viaja al país con su hermano, quedando abrumados por la respuesta de la gente para con su ayuda. Tras volver a su casa, Magnus decide dejar su trabajo y vender su casa para seguir dando ayuda.
Tras la compra de un camión con la ayuda monetaria de su madre, comienzan los viajes a Bosnia Herzegovina y a Croacia, llegando a realizar veinte en un año, llevando excedentes de equipos médicos escoceses. Ese sería el principio de una vida dedicada a ayudar a los más desfavorecidos.
A base de pequeños “milagros” que no desvelaremos aquí, Magnus consigue todo lo que se propone para salir adelante y dejar atrás las adversidades que se le presentan, consiguiendo hitos imponentes en su dedicación a la ayuda de la infancia mundial.
Que en los colegios ofrezcan un plato de comida hace que los niños se apunten a las clases, con lo cual reciben alimento y educación, dos cosas necesarias para poder vivir a día de hoy en el mundo.
Con el poder del amor, el humor y un equipo involucrado hasta la médula, Magnus y su esposa Julie, a la cabeza de su proyecto Mary’s Meals e infinidad de donantes invisibles, consiguen que más de un millón de niños en el mundo reciban comida caliente y acuden a escuela para tener un futuro mejor.
El cobertizo que alimentó a un millón de niños es el testimonio que nos acerca a todo ello, con un lenguaje sencillo, donde los que reciben ayudas son tratados de igual manera, no de superior a inferior, todos somos hermanos y todos tenemos la misma dignidad.
El relato está lleno de anécdotas, unas veces llenas de humor, otras llenas de amor, algunas incluso llegan a partir el corazón, y alguna de ellas acerca a nuestros personajes a un peligro verdadero (el viaje a Cité Soleil, en Puerto Príncipe, el suburbio más sórdido y peligroso regido por pandilleros y conocido tristemente por sus matanzas y violaciones tiene un punto de terror digno de una novela negra)
Tecleando en Google veintidós millones de libras esterlinas, que es lo que cuesta alimentar a cada uno de los niños en Malawi que pasan hambre según los costes actuales, podemos comprobar que por ese importe se vende una casa en Londres o un diamante naranja muy raro. Incluso las cifras anuales de venta de whisky escocés son similares a esa cifra. Como cuenta el autor en su epílogo, haría falta que los gobiernos de todo el mundo y los organismos internacionales dedicaran solo una pequeña fracción de los recursos a su disposición para que esto acabara.
Desde aquí aplaudimos sus acciones y rezamos para que existan muchos Magnus en el mundo que abran su corazón a sus congéneres sin pedir nada a cambio.
SALVA G.
Título: El cobertizo que alimentó a un millón de niños
Autor: Magnus MacFarlane-Barrow
Traducción: Román Fabra Rivière
Editorial: Planeta
Edición: 1ª edición, enero de 2017
Número de páginas: 318 pp.
I.S.B.N. 978-84-08-16516-3