El relato, el cuento, la
narración breve, como quieran llamarlo, es ese género que muchos lectores
tildan de “menor”. Por eso sus ventas, generalmente, son infinitamente más modestas
que las de la novela y las dificultades que encuentra el autor para encontrar
un editor que se juegue la pasta, ya imaginarán, no tienen nada que envidiar a
las que suponen tratar de explicar a Trump que pulsar el botón rojo es cosa
mala. Marcelo Luján, por fortuna, no ha sufrido ese problema en esta ocasión,
ya que estos maravillosos relatos le han hecho merecedor del prestigioso premio
de relato breve Ribera del Duero. Más allá del reconocimiento y el suculento
premio en metálico que suponen este certamen, los grandes beneficiados somos
los lectores que podemos disfrutar de estos relatos. ¿Había dicho ya que son
maravillosos?
En serio, señor lector. Si es
usted de los que piensa que los cuentos son para los niños, anímese a probar
con los seis (cinco que se presentaron al certamen y uno más que se decidió
incluir a posteriori) que componen La
claridad. Enseguida comprobará que su cabeza desconecta de la realidad que la
rodea y queda atrapada sin remedio entre las páginas que conforman este volumen.
Con una prosa firme, rotunda, que nos transporta por la difusa línea que existe
entre lo mundano y lo del más allá, Luján entrelaza unas historias que,
cabalgando entre la primera persona y el narrador omnisciente, conforman un
todo en el que la tensión, palpable ya desde la primera línea de cada uno de
los relatos, siempre va in crescendo,
donde el presente y el futuro narrativos se pliegan ante los designios del
autor para mostrarnos un ejercicio literario que nos habla de movimiento, de
pausa, de decisiones tomadas y por tomar, de decisiones buenas y malas que no
parecían ni una cosa ni otra; de oportunidades perdidas y de no dejar escapar
las oportunidades. De necesidad. De amor, de lealtad, de venganza, de celos; de
pasión. De miedo, de esperanza. De alegría, de tristeza, de aquella que se
convierte en esta. En definitiva, de eso tan complejo: las emociones.
Aún no he dicho que Marcelo Luján,
por si ustedes no lo saben, tiene a sus espaldas una sólida carrera literaria
que merece la pena disfrutar. Tampoco les he dicho que es de aquí. Bueno, en
realidad es argentino, pero vive en España desde 2001. Por eso es de aquí. Por
eso y porque, al menos a mí, los de allá me parecen también un poco de acá. Que
a santo de qué les cuento esto, pensarán. Pues por dos motivos. El primero,
porque eso, tal vez, explique el dominio de los mecanismos del relato,
distintos de los de la novela, que Luján exhibe en estas historias. Y es que
nacer en una tierra de donde han salido Borges, Cortázar o Dolina, por citar
algunos y solo argentinos, aunque hay grandes exponentes en toda latinoamérica,
tiene que valer algo. El segundo, porque se demuestra que no siempre hay que
salir a buscar fuera de casa lo que ya tenemos aquí. En otras palabras, que a
ver si las editoriales se deciden a buscar y publicar lo mucho y bueno que hay
dentro de nuestras fronteras en lugar de imponernos, a base de marketing, autores
de otros lugares y nombres a veces impronunciables que dejan bastante que
desear. Por fortuna, como decía más arriba, Marcelo Luján se ha hecho merecedor
del Ribera del Duero. De otro modo, quizás estos relatos no hubiesen llegado a
nosotros. O no lo habrían hecho de igual modo, con una magnífica edición de
Páginas de Espuma, algo que sería injusto no mencionar, y además dejaría algo
coja esta reseña.
Insisto una vez más, no deje de
leer La claridad. Aunque usted aún no lo sepa, y adaptando las palabras de
Luján, “tomará la mejor decisión de
todas. Acaso la mejor de todas las posibles”.
Alberto Pasamontes
La claridad
Marcelo Luján
Páginas de espuma
Año 2020
176 páginas
ISBN: 978-84-8393-278-024
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