Regreso de Alberto Pasamontes con una novela negra de potencia máxima 'Ángel roto', conversamos con él y compartimos estas reflexiones
¿Con que sorprenderá
al lector que se adentre en su nueva novela ‘Ángel roto’?
Lo cierto es que cuesta sorprender al público en esta época
en la que Internet, la televisión y las redes sociales nos traen todo lo que
pasa en el mundo en el mismo instante en el que está ocurriendo. Lo más
sorprendente de una novela suelen ser las fajas, con rimbombantes adjetivos
como impactante, adictiva, rompedora, ineluctable… Prefiero que el lector quede
atrapado en una trama sólida antes que llamar su atención con un golpe de
efecto que luego no consiga mantener el nivel y la historia se desinfle poco a
poco. En Ángel roto he querido hablar de suicidios, un tema que creo que no se
ha tratado en demasía en la literatura, de relaciones personales, del
desempleo, de amistad, de lealtad y de traición. De la soledad que puedes
sufrir aunque vivas rodeado de millones de almas en una ciudad como Madrid.
También he tratado de poner al lector en el lugar del monstruo, saber qué
piensa quien comete un acto como el que se narra en Ángel roto y entender sus
procesos mentales, sin querer por ello justificarlo. Esa es, sin duda, la
apuesta más arriesgada de la novela.
¿Son la pareja de
investigadores dos caracteres tan opuestos que les hacen ser muy eficaces en lo
suyo?
Son caracteres complementarios. Carmen Alonso y Goyo Barral
son bastante tozudos, cuando tienen una idea metida en la cabeza les cuesta
mucho soltarla, lo que les hace ser buenos investigadores. Más allá de eso, no tienen
mucho que ver el uno con el otro, y eso es lo que hace que funcione. Uno
siempre debería buscar a alguien que compense sus carencias, en todo tipo de
relaciones humanas, ya sean laborales, como en este caso, de amistad, de
pareja… Cuando dos personas se parecen mucho acaba surgiendo el aburrimiento.
En una pareja sentimental, eso lleva al fracaso. En una pareja laboral, bueno,
quizá pueda funcionar, pero no daría juego para una historia de ficción.
¿Pretende dar un
toque de atención en la novela sobre casos que no se investigan suficiente o se
le atribuyen suicidios con demasiada facilidad?
Al año se producen alrededor de 800.000 suicidios al año en
el mundo. De ellos, más de 3.000 son en España. Eso supone alrededor de diez al
día, son unas cifras escalofriantes que no se mencionan mucho en medios de
comunicación en un intento de evitar que surja la idea del suicidio en personas
con problemas. Como contrapartida, eso hace que dichas personas no sepan a
quién acudir en busca de ayuda antes de llegar al límite.
Hoy en día, con los actuales métodos forenses y de
investigación criminal, es difícil confundir un asesinato con un suicidio, o
viceversa. Lo que sí es cierto es que, en ocasiones, no se investigan en
profundidad las circunstancias que han llevado a una persona a quitarse la vida.
La policía tiene sobrecarga de trabajo, y si un caso de suicidio es claro se
puede caer en la tentación de no ir más allá. No es falta de profesionalidad,
sino de recursos humanos y tiempo. Detrás de un suicidio puede haber múltiples
motivos. A veces salen a la luz, y a veces no. Cuando se conocen, nos damos
cuenta del infierno que esa persona ha estado viviendo, pero ya es demasiado
tarde. Me refiero, por ejemplo, a casos de acoso escolar o vídeos de contenido
sexual. En esos casos, alguien ha cometido un delito que ha precipitado un
suicidio. Debería pagar por ello.
¿Le es fácil ponerse
en voz de una mujer escribiendo sobre Carmen Alonso?
Lo cierto es que no me resulta especialmente difícil. Dicen
que todos tenemos una parte masculina y otra femenina, solo hay que buscarla.
Espero estar haciéndolo bien, lo mismo llega alguna mujer y me dice que el
personaje de la inspectora Alonso le parece irreal. Esta es la segunda novela
en la que aparecen estos protagonistas y hasta ahora no me ha pasado, cruzo los
dedos. En todo caso, lo que intento no es tratar a los personajes como hombre o
mujer, sino como personas. Es evidente que cada sexo suele tener unas
particularidades provocadas por la tradición, la educación recibida, la clase
social... Un escritor no puede obviar eso si quiere fabricar unos personajes
creíbles, pero insisto, lo más importante es recordar siempre que son personas,
con sus virtudes y sus defectos, sus miedos, sus dudas, y también con su
fortaleza. En ocasiones Carmen parece desvalida y en otras se muestra llena de
fuerza. Igual que el inspector Goyo, ni más ni menos. Y aquí volvemos a la
segunda pregunta de esta entrevista. Se apoyan el uno en el otro como iguales,
se complementan, por eso funcionan bien.
¿Le ayuda el hecho
de que Goyo Barral viva una situación de estrés poder meterle en situaciones
complicadas?
El estrés es la principal enfermedad de nuestros días. La
vivimos todos a diario, en mayor o menor medida. En una novela, eso da pie a
muchas situaciones. A que Goyo o Carmen la caguen, dicho mal y pronto. Si no
tuviesen sus propios problemas personales, más allá de las investigaciones que
llevan a cabo en su entorno laboral, serían personajes planos. Esos problemas,
además, interfieren a veces con su trabajo. ¿A quién no le ha pasado que no
rinde en el trabajo porque tiene la cabeza en un lío que tiene en casa?
¿Qué quieren decir al
lector los ojos de la chica de la portada del libro?
Eso es algo que tendrá que descubrir el lector. Lo que sí
puedo decir es que tanto el título como la chica podrían corresponderse con dos
de los personajes que aparecen en la novela, y eso es gracias al estupendo
trabajo de la gente de la editorial Milenio, que supieron extraer del texto una
idea para la portada que ni yo mismo había tenido.
¿Tienen ganas estos
personajes de seguir apareciendo en futuras novelas?
Tienen, tienen. Aunque no quiero extender demasiado la
historia de estos policías, así que no sé si harán falta una o dos más para
acabarla a mi gusto. Al final, son las propias historias las que marcan su
extensión, intentar acortarlas o alargarlas artificialmente es un error.
Aparece en nueva
editorial en una colección apadrinada por el experto Sebastià Bennassar ¿Qué
significa para usted?
Entrar a formar parte de la colección Marrajo, que incluye a
autores como Susana Hernández, Paco Gómez Escribano, Marc Moreno o el propio
Bennassar, por citar algunos, es una auténtica pasada. Cuando Sebastià se
enteró de que andaba buscando editorial, rápidamente me pidió el manuscrito
para valorarlo. Tuve otra oferta por otro lado, también en una colección de
novela negra cuyo coordinador es un escritor al que admiro mucho, pero Milenio
se adelantó por unos pocos días. Que ambos, con experiencia y trayectoria
impecables, mostrasen tanto interés fue algo increíble. La novela, además,
llevaba un tiempo parada en mi anterior editorial y finalmente no salió
adelante. No hay rencor, seguimos siendo amigos; al fin y al cabo, el editor se
juega su dinero y si no lo ve claro, por el motivo que sea, tiene todo el
derecho a echarse atrás, pero como digo, ese retraso había hecho surgir alguna
duda en mí, y recibir dos ofertas tan buenas en tan poco tiempo hicieron que se
disipasen de inmediato.
Usted en 'La muerte
invisible' trataba el tema de Chernóbil cuando no estaba de moda ¿Qué le parece
la nueva serie de HBO sobre el grave accidente?
De lo mejor que se ha hecho en televisión en los últimos
años. Muy rigurosa, con alguna licencia argumental imprescindible para adaptar
los hechos a la pantalla, pero fiel a una realidad que muestra con toda su
crudeza. Crudeza en este caso absolutamente necesaria para transmitir al
espectador lo que pasó aquel 26 de abril de 1986. Los actores están soberbios y
la ambientación es perfecta. Lo mejor de todo, y lo más difícil, lo hacen guardando
un profundo respeto por las víctimas. Una serie muy humana, a pesar de la
brutalidad de los hechos.
¿Se imagina
escribiendo algo no relacionado con el género negro?
Quizás algo de ciencia ficción, o mezcla de ambos géneros,
pero le tengo mucho respeto. Hay una barrera muy fina entre la buena y la mala
ciencia ficción, y caer del lado bueno de esa barrera requiere tener una idea
muy clara de qué se quiere contar y cómo hacerlo. Tal vez en un futuro lo
intente, pero si el resultado no es bueno lo guardaré en el fondo del cajón.
Xavier Borrell Campos
Ángel roto
Autor: Pasamontes Navarro, Alberto
ISBN: 978-84-9743-892-6
344 páginas
Tapa rústica con solapas
150 x 240 mm
Colección: Marrajo Nº 11
Fecha de publicación: Enero 2020