Una mujer es asesinada en Estocolmo en, digamos, extrañas circunstancias. No quiero dar detalles, pero la cosa tiene que ver con un truco de magia. Y ya saben, novela nórdica, mucha sangre y sadismo. El caso es que, aunque los autores nos detallan el asesinato, lo llevan de un modo magnífico y, a pesar de lo truculento, consiguen que el lector se enganche en unas primeras páginas bastante reseñables. La policía encargada del caso Mina Dabiri, recurre a la ayuda de un famoso mentalista, Vincent Walder, para resolver el caso ¿? Cuando, poco tiempo después, aparece un segundo cadáver asesinado de modo parecido, se dan cuenta de que se hallan ante un asesino en serie, y los esfuerzos del grupo de investigación se centrarán en encontrar al culpable antes de que la siguiente muerte.
Bueno, noir nórdico, a nadie sorprenderá un serial killer. A nada que hallan ustedes leído algo de Läckberg o cualquier otro autor de allá arriba, ya se habrán dado cuenta de que es el planteamiento de siempre. Nada que objetar. Es lo que el lector aficionado a este tipo de novelas espera, y no dárselo probablemente decepcionaría a más de uno. Lo que sí decepciona son los fallos propiciados por la propia concepción de la historia.
En primer lugar, parece que la policía ya ni siquiera se esfuerza en intentar resolver el crimen por sus propios medios. ¿Qué aparece un muerto relacionado con la magia? Llamemos automáticamente a un mago mentalista. Verán ustedes que he tachado la palabra mago, que sería lo lógico en caso de buscar ayuda. Más o menos como si aparece alguien con un cuchillo de carnicero clavado en el corazón, y llamo a un frutero. Al fin y al cabo, ambos venden en el mercado, ¿no?
Por otro lado, ya lo he dejado caer antes: la policía recurre a la ayuda de un mentalista con el primer asesinato. Uno. El primero. No tiene por qué haber más, a no ser que en la idílica sociedad sueca solo se den los asesinos en serie. Tiemblo solo de pensarlo. El caso es que ni siquiera esperan a saber que no será el único. Parece que la policía ya tiene claro que son unos puñeteros inútiles y no van a poder resolverlo por sus propios medios. Porque, por supuesto, la formación que reciben los inspectores de policía, su experiencia, sus medios técnicos, no valen de nada ante la intuición de un mentalista de la tele. ¡TACHAAAAAAN!
La inspectora Dabiri, además, aparece como un alma cándida, una persona fácil de influenciar que, en más de una ocasión, acepta las sugerencias del primero que pasa por su lado. De nuevo no quiero dar detalles. Solo diré que, si no fuese así, el mentalista y ella no hubieran llegado a conocerse y no habría novela. Tampoco llegaríamos a la escena final en la que, ya saben, los buenos y los malos se enfrentan. Además, es una incompetente incapaz de dar un solo paso en la dirección correcta para resolver el crimen. Al menos yo, mientras escrito estas líneas, no logro recordarlo. Es Walder el que logra avances. Avances propiciados, eso sí, por cierta información que el propio asesino le hace llegar.
Dedico un párrafo aparte para hablar de las manías de los protagonistas. Dabiri tiene un TOC por el que ve suciedad por todas partes que le impulsa a no tocar absolutamente nada de lo que le rodea. Y si lo hace, inmediatamente tiene la necesidad de limpiarse las manos con gel hidroalcohólico, toallitas húmedas, agua y jabón, sosa cáustica o directamente con fuego purificador directamente salido del infierno. Que sí, que hay gente que sufre este trastorno y no es para tomárselo a broma, pero cuando los autores se empeñan en recordárnoslo en absolutamente todo momento a lo largo del libro, cansa. Cansa mucho. Tanto como la afición de Walder a contar absolutamente todo, a buscar el equilibrio en su universo a través de combinaciones de números. No soy un experto en el tema, pero parece un Asperger o algo por el estilo. Si hay un psicólogo en la sala, por favor que levante el dedo. El caso es que, de nuevo, no es algo para tomarse a broma. Desde luego, no lo pretendo. Pero de nuevo, recordárnoslo a cada momento, y cuando digo a cada momento es literal, acaba por ser aburrido.
Seguimos. El libro tiene 720 páginas. ¡720! Soy de la teoría de que el noventa y cinco por ciento de las historias no necesitan más de 400 para ser contadas. Esta novela es un claro ejemplo. Läckberg y Fexeus dedican capítulos y capítulos a dar vueltas sobre lo mismo, a aburrirnos con detalladas descripciones e historias de personajes secundarios que el lector no necesita para nada (creo que no he comentado aún que, en literatura, sobra todo lo que no es necesario para contar la historia) a volver sobre estereotipos mil veces vistos. A meter paja, dicho claro y pronto.
Termino ya, que me temo que les voy a aburrir, y yo no quiero meter paja. Además de la historia actual, en El mentalista hay otra línea temporal que nos narra sucesos acaecidos en 1982 que constituyen el punto de partida de toda esta historia. Es un recurso que funciona muy bien, siempre que seamos coherentes. El problema es que el suceso aquí narrado, el punto de partida, es inverosímil. Por mucho que queramos, se trata de un acontecimiento forzado y retorcido hasta un nivel difícilmente creíble. Lo mismo pasa con la conclusión, en la que, para cumplir con las normas que rigen en un thriller, para dar lo que el lector de este género espera, los autores se han visto forzados a escribir una escena que no se cree ni un niño de teta. Un fallo tan evidente que, aunque el lector de buena voluntad halla transigido con todos los defectos anteriores, es imposible pasar por alto.
No me gusta hacer reseñas como esta, trato de evitarlo. Pero ya que me he comprometido, tengo que escribirla. Además, debo reconocer que yo mismo disfruté de las primeras novelas de la autora. Hace tiempo ya de eso, porque la realidad es que ha ido flojeando con el tiempo. Háganme caso, dediquen los euros que iban a destinar a esta novela a cualquier otra. Y si ya la han comprado, no pierdan el tiempo con ella y búsquenle un mejor uso. Sujetar una puerta para que no se cierre con la corriente, aprovechando el peso de su abultadísima extensión, por ejemplo. De esto último, probablemente tenga la culpa las exigencias editoriales.
"Por cierto, amenazan con hacer una serie con estos personajes. Qué pereza"
Alberto Pasamontes
El mentalista
Camilla Läckberg y Henrik Fexeus
Nº de páginas: 752
Editorial: COLUMNA EDICIONS S.A. (cat) 7 Planeta (cast)
ISBN: 9788466428835 / 9788408255192
Año de edición: 2022
Traductor:
MARC DELGADO CASANOVA, SÁNCHEZ GIMÉ (cat) / CLAUDIA CONDE FISAS (cast)
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