Flea, el icónico, hiperactivo y alocado bajista de Red Hot Chili Peppers, demuestra en sus memorias que tal vez todo sea fachada, ya que en ellas, encontramos a un hombre reflexivo, apesadumbrado por su pasado, en muchos casos arrepentido y en las antípodas de cómo debería comportarse una auténtica Rockstar.
Es cierto que en este Acid for the children, tiene cabida la droga, el sexo y el rock and roll, y que solo encontramos los primeros años del músico, infancia, juventud y adolescencia, hasta el instante en que Tony Flow and Miraculosly Majestic Masters of Mayhem ofrecen su primer concierto, siendo estos la antesala de los archiconocidos Red Hot Chili Peppers así que aún le queda a nuestro pequeño hombre una segunda parte en la que dar cabida al Rockstar que lleva dentro (y que literalmente forjó él mismo)
Michael Peter Balzary nació en Melborune, Australia, un 16 de octubre de 1962, ergo, a día de hoy, cuenta con 59 años de edad. A los cuatro años emigró a Nueva York con su padre y su madre. El primero de ellos trabajaba como funcionario de aduanas para el gobierno australiano y debido a ello, lo trasladaron a la Gran Manzana. En 1972 se volvió a trasladar, esta vez solo con su madre, a Los Angeles, ciudad en la cual comenzaron sus locuras. Un mundo se le abrió ante sus ojos. Gran parte de culpa la tuvo el cambio repentino que tomó su vida. Pasó, literalmente, de vivir con en una casa grande y bonita llena de reglas, regulaciones y horarios, con su padre biológico, a vivir con un beatnik (el nuevo novio de su madre) en un sótano propiedad de los padres del novio.
Cuenta Flea que él era y sigue siendo, un enamorado del jazz, la lectura y la cultura más elitista en general. Es más, asegura que despreciaba por completo el rock. Hasta que el malogrado Hillel Slovak entró en su vida. En ese instante se dio cuenta de que no había que ser tan cerrado de mente. Seguramente las drogas tuvieron que ver mucho en esa abertura de mente. El conocer a Anthony Kiedis también tuvo parte de culpa. Flea era pequeño, huía de las peleas, retraído y muy vergonzoso con las chicas. Kiedis era todo lo contrario. Como el mismo autor dice, Anthony era un macho alfa. Estaba claro que iban a complementarse y entenderse a la perfección. El tiempo le ha dado la razón.
Su amistad de más de 40 años habla por sí sola. Amén de su colaboración musical que sigue fluyendo. Kiedis escribía la letra y la melodía, Flea la música. Un tándem invencible, apoyado por la guitarra de Slovak y la batería de Irons (aunque fueran Sherman y Martinez quienes grabaran el primer disco)
Acid for the children es el crecimiento vital de un niño perdido, con un pensamiento propio, buscando su lugar en el mundo y justo finaliza en el instante en que da con él. En el camino hizo cosas de las que se arrepiente, incluso pide perdón en algunos capítulos por ello, pero lo importante no es el camino sino la meta y sin duda Flea consigue llegar a ella. Pasa de Dizzy Gillespie en el 74 a Circle Jerks en el 82. De tocar la trompeta en un combo de jazz a convertirse en un maestro del bajo eléctrico creando unos ritmos infernales con él. Alguien que no tiene reparos en decir que “se enamoró profundamente de los libros Kurt Vonnegut Jr. Me criaron y me dieron una idea de lo que era ser una persona decente” merece todo nuestro respeto y admiración.
Esperamos impacientes la edición de la segunda parte de estas memorias para conocer de primera mano cómo se gestaron esos imperecederos discos y las locas historias de nuestros protagonistas, que esperamos esta vez sí, sean excéntricas.
SALVA G.
Título: Acid for the children
Autor: Flea
Traducción: Jorge Carlos Ramos Murguía
Editorial: Libros Cúpula
Edición: 1ª edición, marzo de 2021
Número de páginas: 455 pp.
I.S.B.N. 978-84-480-2822-0