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divendres, 20 de novembre del 2020

'Leones muertos' – Mick Herron

Si hay un género en el que el cine destaque con diferencia sobre la literatura, ese es, en mi humilde opinión, el género de espías. Llámenme raro, necio o lo que ustedes quieran, pero así lo siento. El ritmo, la luz, las sombras, tan importantes ellas para crear la atmósfera, el encuadre, la tensión, todo está a favor para el séptimo arte. Prefiero las adaptaciones al cine antes que sus originales literarios. John le Carré, Frederick Forsyth, Tom Clancy, me aburren bastante en papel, pero me distraen en la gran pantalla. Y eso ciñéndonos a las clásicas películas de espionaje de la Guerra fría, que si hablamos de James Bond (hoy, por cierto, ha muerto el gran Sean Connery), la diferencia es como de la noche al día. ¿Se acuerdan ustedes del nombre del creador de 007? Si no son aficionados al género, probablemente muchos de ustedes anden aquí despistados. No hace falta que busquen en Google, ya se lo digo yo: Ian Fleming. Y me juego el cuello a que la inmensa mayoría de nosotros no ha visto ni de lejos un libro del autor inglés que, por cierto, para quien no lo sepa, fue agente de la inteligencia británica.

¿Que por qué suelto este rollo? Pues porque me toca hoy reseñar Leones muertos, la segunda entrega, tras Caballos lentos, de la serie protagonizada por Jackson Lamb. Hay diez novelas, si no me equivoco, ya publicadas, pero aquí nos acaba de llegar la segunda, en este 2020, de la mano de Salamandra.

¿Y saben qué? Pues que retiro todo lo dicho, porque Mick Herron me ha devuelto la fe.

Se esconden bajo tierra por largos periodos […] A veces, hasta diecisiete años, según tengo entendido. Y luego salen de ahí y se ponen a cantar.

Dickie Bow, espía venido a menos, cree reconocer a alguien de los viejos tiempos en el Londres actual. Un rival de los de antes, de cuando la Guerra fría; alguien con quien coincidió en el Zoo de los espías, que es como los integrantes del gremio llamaban a Berlín en aquellos años. Por desgracia para él, está en lo cierto, y Dickie acaba el día sin respiración, sin pulso y sin vida en el asiento de un autobús. Antes de hacerlo, se las apaña para hacer llegar un escueto mensaje a cualquiera que pueda y quiera entenderlo: “Cigarras”. Ese hombre es Jackson Lamb.

Lamb. Resulta irónico su significado en inglés, cordero. También se puede aplicar a alguien de carácter bonachón. Y digo que resulta irónico, porque Jackson Lamb es el irascible, anticuado, maleducado e hiriente jefe de la Casa de la Ciénaga, que es el lugar donde el Mi5 manda a los agentes caídos en desgracia a hacer labores de oficina, con la esperanza de que el mortal aburrimiento haga que se cansen y se acaben largando ellos mismos. Ya saben, una renuncia voluntaria es mucho más económica que un despido. Y, en el mundo de los espías, seguramente mucho más discreta también.

Y es que Mick Herron dota a la narración de un ritmo y una tensión casi cinematográficas, con varias líneas que nos muestran la película desde distintos ángulos, y un estilo que podríamos definir como visual y dinámico. Acompaña esa narración de un humor cínico e irreverente que da un nuevo enfoque a la novela de espías tradicional. Los diálogos son inteligentes y vibrantes, y los personajes bien trabajados y definidos, humanos y profundamente imperfectos y reales. Un trama coherente y relativamente sencilla y clara, desprovista de intrincados recovecos, y el nivel justo de acción y artificios dan como resultado unas novelas que se leen con gusto y dejan al lector con ganas de más.


Alberto Pasamontes


Leones muertos

Mick Herron

Ediciones Salamandra 

Colección Salamandra Black

Año 2020

ISBN: 9788418107238

Traductor: Enrique de Hériz

Número de págins: 


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