Karl Bender pasa de la cuarentena. En su días de gloria fue integrante de una banda de culto de indie-rock: The Axis. A día de hoy ve pasar la vida tras la barra de su bar, el Dictator's Club en Chicago. Es allí donde conoce a Wayne DeMint un viejo fan de The Axis. Ambos comparten esa afición en todos los hombres solteros: ven su pasado con tanto amor y sentimiento de pérdida que cada día que pasa es como si le clavasen un cuchillo en el estómago.
En la veintena su vida estaba llena de rock y coraje. En la cuarentena vivían a base de alcohol y viejas bandas de rock.
Hasta el día en que Karl pierde una de sus botas militares compradas por dieciséis dólares en 1991 en una tienda de excedentes militares de Boston.
Buscándolas dentro de su armario acabo viajando en el tiempo sin quererlo. Acabó en un concierto de hacía tres meses en el Empty Bottle, donde una panda de adolescentes sin talento tocaban versiones de Liz Phair como si estas no significaran nada.
Karl había hecho su primer viaje en el tiempo.
Lo primero que hizo al regresar a su presente fue contárselo a Wayne. Este programó sus ordenadores y con un increíble sistema de navegación a través de las curvaturas en el espacio-tiempo y aprovechando la atracción direccional del agujero de gusano, les permitió elegir dónde y cuándo aterrizar en sus viajes.
A partir de ese día comenzaron un negocio de viajes en el tiempo que por expreso deseo de Karl, al fin y al cabo se salía desde su armario, solo podían ser a conciertos.
- Woodstock 1969
- El tour del Steel Wheels de los Rolling Stones
- The Smiths, Londres, 1985
- El concierto de Halloween de Frank Zappa, 1977
- R.E.M., Athens, 1980-83
Estos fueron algunos de los conciertos que amigos y clientes eligieron entre otros muchos.
Hasta el día en que Wayne quiso arreglar el mundo con los viajes.
Su idea era viajar a 1980 y conseguir que Mark David Chapman no asesinase a sangre fría a John Lennon.
Todo muy ético. Aun con la reticencia de Karl acaba enviando a Wayne a salvar a Lennon. Pero no sale como ellos hubieran pensando. Al teclear el año Karl omite el uno inicial y Wayne acaba en el año 980.
Es en este punto de la historia donde entra Lena Geduldig: el pelo con mechas color fucsia recogido en dos coletas que sobresalían por la parte posterior de la cabeza, calcetines a rayas verdes y blancas hasta las rodillas, camiseta de Hüsker Dü con el cuello recortado que dejaba a la vista un tatuaje indescifrable que se extiende entre cu clavícula y sus generosos pechos. Lena es una chica gruesa, con una barriga considerable que choca contra las mesas de los bares y unas pantorrillas macizas que asoman por debajo de una falda de confección casera cuyo estampado tiene un par de tibias y una calavera.
No es baladí su descripción, pero eso es algo que no podemos contar aquí, no queremos spoliers, pero si leéis la novela lo descubriréis vosotros mismos.
Lo que sí podemos decir de Lena es que es astrofísica y Karl necesita de su ayuda para poder traer al presente a su amigo Wayne.
A partir de este momento Karl y Lena, Lena y Karl, tanto monta, monta tanto, comienzan un periplo por su pasado a través de los viajes en el tiempo que hará modificar su presente, a veces queriendo, otras sin querer pero siempre con modificaciones destacables.
¿Son Karl y Lena almas gemelas aun separándoles diez años de edad?
Ambos comparten un tatuaje de un verso de una canción de Elliott Smith. Ambos perdieron a sus madres siendo ellos unos adolescentes. Les gustan las mismas bandas. Y se encuentran en esta vida casi por obligación.
Mo Daviau (Fresno) presenta su primera y exitosa novela, que como muy bien reza el fajín que acompaña a la edición del libro, es un cruce entre Alta Fidelidad de mi adorado Nick Hornby, Regreso al futuro de Robert Zemeckis, posiblemente la única película de los ochenta que respeto y las novelas de Kurt Vonnegut.
Maldita sea, como cantaba el orondo y genial Meat Loaf en su disco más conocido: dos de tres no está nada mal. Debía ser mía.
Cuenta Mo que de todos modos nada de esto es verdad. Su principal inspiración fue La mujer del viajero en el tiempo de Audrey Niffenegger en cuanto a lectura se refiere. Y si hablamos de imagen sería A través del tiempo de Donald Bellisario, sí el mismo que creó la famosa Magnum P.I., serie de finales de los ochenta principios de los noventa en la cual un científico viaja a través del tiempo entrando en la mente de otras personas.
Pero sea o no sea verdad uno u otra cosa, estamos ante una primera novela esperanzadora. Sí que resulta algo confuso tanto viaje, sobretodo cuando Karl decide ir al futuro apocalíptico viajando al Seattle del año 2031, pero la suerte de estar de vacaciones hizo que mis cinco sentidos estuvieran pendientes del relato y eso no fue un problema a la hora de disfrutar del mismo.
Está claro que la novela se convertirá en todo un referente de los fans del indie-rock, ¡si hasta su título original está extraído de un verso de un tema de Sebadoh! Lectores de Mondosonoro haceos con una copia. Si la protagonista tiene un gato de nombre Ian por Joy Division, Echo & The Bunnymen y Fugazi deberíais rendirle pleitesía.
Pero además de toda esa melomanía que desprende la novela en cada una de sus páginas (e incluso su título, como ya dijimos anteriormente) Lena y Karl llega muy adentro de nuestro ser. Quién no soñó una vez en volver al pasado y arreglar alguno de sus errores.
Nuestra vida es eso: un montón de errores, que no tendrán solución, pero de los cuales, sin duda, aprendemos.
Y en la vida de Karl y Lena hay muchos y gracias a Dios (o es a la ciencia) tienen una segunda oportunidad para subsanarlos.
Lena y Karl. Una novela es un libro amargo, que nos habla de esas decisiones importantes que todos tomamos en nuestra vida y que con el paso del tiempo querríamos cambiar y obviamente no podemos, excepto que tuviéramos un agujero de gusano para poder viajar en el tiempo, pero también es todo un poema de amor a la música (por supuesto aquella a la que la escritora ama) pero que podría ser extensible a nuestros gustos personales. Ante la pregunta: “Si pudieras viajar en el tiempo y ver un grupo en directo, ¿cuál escogerías? No creo que nadie nos resistiéramos. Otra cosa bien distinta es si sería una al que no hayamos asistido u otro al que sí lo hubiéramos hecho y quisiéramos revivir el momento.
Un servidor de ustedes para la primera opción elegiría Led Zeppelin, Earls Court, 1975, literalmente gasté y creo que hasta quemé la cinta de casete con el pirata de una de las noches con su set acústico y para la segunda opción, es tan extensa la lista que no sabría a cuál regresar. Es lo que tiene ser un melómano.
SALVA G.
Título: Lena y Karl. Una novela
Autor: Mo Daviau
Traducción: Carles Andreu
Editorial: Blackie Books
Edición: 1ª edición, mayo de 2019
Número de páginas: 308 pp.
I.S.B.N. 978-84-17552-33-6
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