Andrés Trapiello nació en León en 1953 y es novelista, poeta y ensayista. Cabe citar algunas de sus obras: La tinta simpática, El buque fantasma, La Malandanza, así como los seis primeros tomos de sus diarios. Ganó el Premio Nacional de la Crítica en 1993 y el Premio Nadal 2003.
“Ayer no más” explica la historia de José, un profesor universitario de Historia especializado en la guerra civil española y apasionado defensor de recuperar la memoria histórica del país que regresa a su ciudad, León, tras una larga temporada de ausencia. Casualmente José descubre a su padre jugando una partida imaginaria que juega desde hace más de sesenta años con sus compañeros de armas muertos en el frente, a los diecisiete años. Posteriormente el encuentro con un hombre que acusa a su padre, reconocido falangista, de haber participado en el asesinato de su progenitor tras darle el alto durante la guerra, hace que José se pregunte sobre el papel jugado por su padre durante el conflicto.
José entra en un profunda contradicción entre su postura pública a favor de sacar a la luz lo acaecido durante la guerra civil y el vínculo familiar que le empuja a mantener en secreto la identidad y el protagonismo de su padre.
“Ayer no más” no es otra historia de la guerra civil española. Es el relato de la disyuntiva moral entre lo que se cree con total y firme convencimiento y lo que tu familia quiere, espera y exige de ti. El silencio. En ese sentido y a pesar de que Trapiello hace que en la vida del protagonista se cruce una hermosa e inteligente mujer y que éste se vea inmerso en una serie oscuros manejos protagonizados por los miembros de su departamento universitario, el relato queda inevitablemente lastrado por la exhaustiva disquisición moral que mortifica al protagonista desde las primeras páginas hasta el final de la historia.
Al hilo de la reciente Ley de la Memoria Histórica y de los hechos que de ella se derivan (obertura de fosas, nombres que salen a la luz...) Trapiello recuerda unos versos de Jorge Manrique que amplío a continuación puesto que merecen la pena por su actualidad y por su elocuencia:
Dexemos a los troyanos,
que sus males no los vimos
ni sus glorias;
dexemos a los romanos,
aunque oímos y leimos
sus historias.
No curemos de saber
lo de aquel siglo passado
qué fue d'ello;
vengamos a lo de ayer,
que también es olvidado
como aquello.
Empar Fernández
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