“Sintió el cuero de la bola entre el pulgar, el índice y el cordial de la mano izquierda. La rebotó contra el pavimento una, dos, tres veces, haciendo girar en el puño de la derecha el mango de la raqueta. Se dio tiempo para medir el espacio de la cancha: el brillo del sol al mediodía le parecía insoportable debido a la resaca. Respiró hondo: la partida de raqueta que estaba por desatar era de vida o muerte”.
¿Qué tendría que haber pasado para que Caravaggio y Quevedo jugaran una partida de tenis en su juventud?
Nos hallamos ante un escritor original y potente. Álvaro Enrigue, autor mexicano que con Muerte súbita se ha hecho con el premio Herralde de este año, dotado con 18.000 euros, cuenta ya con una dilatada y prestigiosa trayectoria literaria que le han hecho merecedor de reconocimiento.
En Muerte súbita, Enrigue, muestra un trabajo atípico y bien documentado, donde la narración, rica en adjetivos y bien elaborada retrocede hasta 1599 para ubicarnos en un atípico partido de tenis entre Quevedo y Caravaggio, citados en la Plaza Navona de Roma para defender un asunto de honor. Entre la novela histórica y el ensayo, el autor, se vio empujado a investigar a partir de descubrir la palabra “tenys” en un edicto de excomunión firmado en 1451 firmado por el obispo Edmungys Lacy. “El tenis de entonces era mucho más violento y ruidoso que el nuestro: unos atacaban, otros defendían, no había ni red ni líneas, los puntos se ganaban con la uñas y a mordidas” nos dice el autor en el preámbulo.
La trama se extiende hasta el México barroco, con la caída de Tenochtitlán y la captura de Cuauhtémoc en un momento en el que el mundo se duplicó con la conquista y ocupación de Sud América por lo que nos encontramos personajes tan diversos como Ana Bolena o Malinche.
Álvaro Enrigue ganó el Premio de Primera Novela Joaquín Mortiz en 1996 con “La muerte de un instalador”. En Anagrama ha publicado “Hipotermia” (2005), “Vidas perpendiculares” (2008) y “Decencia” (2011). Su último y recentísimo título es el ensayo” Valiente clase media. Dinero, letras y cursilería”.
Marga Espuña
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