Nos hallamos ante la segunda entrega de la trilogía sobre ‘La culpa’ que está escribiendo
¿Por qué hacerlo sobre este sentimiento?
Creo que la culpabilidad es un sentimiento devastador, que devora cualquier intento de aproximación a la felicidad. Es un sentimiento particular, ambiguo y siempre interesante. Tanto en la literatura como en el cine la culpa ha dado pie a grandes historias, generalmente a grandes tragedias.
¿Es comprensible lo que llega a hacer el padre de la niña desaparecida, fruto de la desesperación?
No solo es comprensible, creo que lógico. Experimenta cierta forma de culpa y de alguna manera buscar expiación. Y solo la encontrará si halla una explicación a lo sucedido y dicha explicación lo absuelve. Por ese motivo remueve cielo y tierra. No tiene otra salida.
La madre fuera de consciencia por los fármacos y el padre desesperado, pero la hija Yolanda toma las riendas de la situación ¿Qué pretendía con este personaje?
Por una parte explicar cómo una desaparición afecta al resto de la familia. Yolanda, la hermana mayor de la desaparecida, ve cómo su vida queda truncada y su familia completamente masacrada, irreconocible. Por otra plantear que una joven en su situación necesita recuperar las riendas de su vida, que tiene derecho a ello. A un presente y a un futuro propios y no perpetuamente marcados por la tragedia. Yolanda es el personaje que reclama ese derecho y lo hace luchando valerosamente.
¿Cómo cree que se sentiría alguien que haya perdido un hijo al leer su novela?
Quizás pueda recrudecer el dolor causado por la muerte o la desaparición de un hijo. Las obras de ficción con vocación de verosimilitud tienen, como las buenas películas, la facultad de avivar los sentimientos, de hacerlos aflorar.
Usted hace denuncia de falsas médiums en la historia ¿Pueden estas personas aprovecharse de la consternación de sus clientes impunemente?
En La última llamada Samantha Damon, la médium, protagoniza un espectáculo televisivo que se nutre de los dramas personales de su público investigados mediante burdos subterfugios. Son muchos los personajes de parecido pelaje que aparecen en los medios de comunicación y que obtienen beneficio de la desesperación. A pesar de ello Samantha Damon es una mujer con ciertas facultades en la distancia corta. La novela no intenta ser un alegato ni un posicionamiento personal. Respeto a las personas que creen en los videntes no me atrevería a negar rotundamente su existencia.
Tanto en ‘La mujer que no bajó del avión’ como en ‘La última llamada’ el escenario son barrios de extrarradio ¿Qué pretende con estos protagonistas de fondo?
Descubrir al lector nuevos escenarios, no ahondar en los mismos paisajes urbanos emblemáticos que resultan repetitivos y que han sido utilizados mil veces. Por otra parte me interesan personal y literariamente hablando los barrios de la periferia que han quedado tocados y casi hundidos por la crisis, me interesan sus habitantes, sus redes solidarias, la degradación de sus calles, de sus edificios, de sus negocios, las caras nuevas, las costumbres de los recién llegados… Creo que son más diversos y más ricos que aquellos de los que tantas veces hemos leído.
¿Nos puede avanzar algo de la tercera entrega de la trilogía?
De nuevo la culpa planea sobre los personajes, personajes muy jóvenes con un pasado traumático que no han conseguido superar y cuyas consecuencias se proyectan irremediablemente hacia el futuro.
¿No le apetece volver a las novelas negras al uso de sus principios?
Sí, la verdad es que me cuesta no pensar en negro. Probablemente en un futuro inmediato volveré transitoriamente a las novelas negras policiales. Continúa siendo un tipo de literatura que me gusta leer y me gusta escribir.
Xavier Borrell
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