La primera novela en solitario de Roger Rubio (Barcelona, 1975) resulta ser todo un soplo de aire fresco a la actual novela negra. Una nueva vuelta de tuerca: refrescante, chispeante, adictiva y sorprendentemente bien escrita.
¿Qué pasaría si los crímenes pensados por alguien sucedieran? ¿Sería culpable?
Félix Olivares trabaja en las oficinas de un grupo hotelero. Es un ávido lector de novela negra y juega a planear crímenes perfectos (como una vez hizo Calamaro), que no van más allá de sus minuciosas anotaciones en libretas perfectamente ordenadas, hasta que estos se convierten en realidad.
Olivares, conocido como El hombre que nunca le haría daño a nadie, no duda ni un instante en entregarse a la policía tras el hallazgo de Helena Gomariz Herranz, Brendapara sus clientes, primero, y Nicolás Ferrer, Ferry para sus amigos, subdirector de banco, después, muertos como él había imaginado, previa dimisión de su cargo en la empresa, contando a unos pocos en una reunión su caso.
Pero no hay nada que inculpe a Olivares en los asesinatos más allá de su propia confesión. Nadie en la policía tiene nada contra él para poder retenerlo, y mucho menos para declararlo culpable de asesinatos.
Ni el caporal Fuentes, ni el intendente Olzina, ni la subinspectora Ortiz, ni el inspector Campos pueden hacer nada en su contra.
Domingo Campos, Mingu para los amigos, es inspector de policía. Un excelente inspector. Está separado, pero vive con Elia, excepto esos quince días en que su hijo Lucas viene a dormir a su casa. Esos días, Elia deja el piso que comparten para que Lucas no sepa que su padre tiene otro amor. Todo un acierto, Campos necesita esa libertad de tanto en tanto.
El caso de Brenda, la prostituta muerta, y de Nicolás Ferrer el subdirector de banco muerto, así como el resto de muertes que se van sucediendo en extrañas circunstancias: Valentí Pons, un ex olímpico que vive en un barco en el puerto de Barcelona prestado por un amigo y que desde hace dos años denunciaron por poseer pornografía infantil en su ordenador personal, algo nada lícito si además te dedicas a dar clases de vela a menores; Aitor Bernales, un comercial venido desde Zarautz a Barcelona para un congreso de productores d vino; pasan a ser llevados por Campos con la ayuda de Begoña Ortiz, subinspectora de la policía, una mujer joven que conduce como si estuviera en pleno rally por las calles de Barcelona algo que Campos no soporta, teme por su vida en cada adelantamiento.
Carla Palacios, Charlotte para sus clientes, comparte trabajo con Helena/Brenda en un piso. Reciben a sus clientes y les ofrecen todo el placer que ellos buscan. Lorenzo Martín no es su chulo. Ni mucho menos su proxeneta. El ex guardia civil, tuvo problemas con la justicia cuando pertenecía al cuerpo y fue expulsado de él, trabaja ofreciendo protección a las chicas. Vive en los alrededores del piso donde ellas trabajan y si en algún momento alguien se pone tonto, una llamada haría que Martín estuviera en el piso en pocos minutos. No cobra por sus servicios, más allá de un porcentaje de los beneficios de las tres chicas.
Anaïs es la tercera. Ella no solo pone el piso, sino que también ofrece gracias a su amistad con Martín los servicios del ex guardia civil. Brenda y Charlotte nunca se quejaron. Ganan más que lo que ganaban cuando eran azafatas en congresos y viven muy bien. Aunque esa sea una doble vida.
Pero la muerte de Brenda trastoca la vida de todos.
Incluyendo la de la familia Casamitjana Algerich.
Manuel es el sumo jefe, el presidente de la empresa hotelera donde Olivares trabaja.
Un cáncer le tiene a las puertas de la muerte. Ahí entra Rodrigo, hijo de Manuel, actual subdirector y futuro jefe tras la inevitable muerte de su padre.
Cuando se descubre que la muerte de Brenda fue posterior a la visita de Olivares a comisaría y por descontado después de la dimisión de éste de su puesto en la empresa hotelera, Campos lo tiene claro: todo aquel que conocía los hechos es presunto sospechoso de asesinato.
Desde Manuel y Rodrigo, hasta el caporal Fuentes, pasando por el intendente Olzina, la subinspectora Ortiz, la secretaria de dirección Olivia Guzmán, el contable CarlosRocamora o la directora comercial Edurne Abenoza, sin olvidar al propio Campos, resultan ser sospechosos.
Con todas estos personajes, a modo de piezas de ajedrez y utilizando la ciudad de Barcelona como si del tablero se tratara, Roger Rubio consigue redactar una excelente novela basada en la confusión, laberíntica, que sus caminos conducen a varios supuestos y que poco a poco se van convirtiendo en uno para llegar a un desenlace victorioso que deja a la novela en puestos altos en el ranking anual de las mejores.
En menos de quince días tenemos la resolución de los crímenes, conocemos el pasado de todos los personajes, pinceladas en todos los casos, pero suficientes para entender esos actos que Rubio narra con mano firme, incluyendo pequeñas dosis de humor, descaro y un conocimiento de Barcelona digno de estudio.
¿Estaríamos hablando de novela negra cosmopolita?
El tiempo lo dirá, sin duda, pero a día de hoy El hombre que nunca le haría daño a nadie es una excelente, maravillosa, sorprendente, divertida, adictiva y sensacional novela negra que gustará tanto a los fans del género como a los neófitos, al fin y al cabo El hombre que nunca le haría daño a nadie es simple y llanamente un excelente libro con el que se disfrutamos con su lectura.
SALVA G.
Título: El hombre que nunca le haría daño a nadie
Autor: Roger Rubio
Editorial: Ediciones B
Edición: 1ª edición, enero de 2019
Número de páginas: 290 pp.
I.S.B.N. 978-84-666-6462-2
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