Huyendo del ruido y del estrés de la ciudad, perderse en una librería y ojear por sus rincones puede ser un gesto relajante. Recuerdo con claridad la tarde que entré en mi particular oasis de papel. Me dejé llevar, como otras tantas veces, por los susurros de los libros que descansan en los estantes, a la espera de que un posible lector los escuche, admire su portada, ojee la sinopsis y escoja uno como compañero de viaje.
Aquella tarde buscaba algo especial. Acción sostenida, complicados misterios, criptas ocultas y hechos sangrientos o estresantes no eran argumentos a los que pensaba dedicar unas cuantas horas de mi tiempo.
Incondicional y añorada de la pluma de Murakami, mis ojos se detuvieron en el nombre de una autora que no conocía: Hiromi kawakami. En un principio, el subtítulo de “historia de amor” me provocó rechazo y, aún, más la banda que abrazaba el libro donde diversos escritores elogiaban la obra. No tenía ganas de leer historias edulcoradas que transforman el sentimiento del amor en una farsa, ni en seguir el juego a las grandes editoriales. La librera se me acercó y me dijo: te gustará, es precioso. En sus ojos detecté pasión y salí de la librería con el libro bajo el brazo.
No me defraudó.
Tsukiko, narradora y protagonista de la novela, nos cuenta su relación con “el maestro”, un hombre que le dobla la edad y antiguo profesor de japonés, ya jubilado y viudo. Dos seres solitarios, que pasan las tardes en tabernas, bebiendo sake, cerveza y degustando cocina tradicional, crean de forma sutil unos lazos de comprensión, de silencios compartidos y de separaciones dolorosas que te atrapan, te invitan a participar de su historia y te conviertes, sin remedio, en la sombra de sus vivencias.
“El maletín del maestro”, título original de la obra, es un viaje a la serenidad. Con la seda de sus palabras, la autora te transporta a una nube que se mece al ritmo suave y elegante de su estilo.
“Las tinieblas nos envolvían por completo y nosotros seguíamos hablando sin decir nada. Las palomas y los cuervos ya se habían refugiado en sus nidos. El maestro me rodeaba con su cálido brazo, y yo no sabía si reír o llorar. Al final, no hice ni una cosa ni otra. Me tranquilicé y me acurruqué en sus brazos, en silencio.
Oía los latidos de su corazón a través de la chaqueta. Nos quedamos sentados en la oscuridad.”
Novela que no se caracteriza por grandes giros, que es previsible. El crescendo y el desenlace, tan estudiados para que una novela sea vendible, no son esenciales, como tampoco importa al lector el pasado de los protagonistas, su vida social, los personajes o tramas secundarias.
El pasar de las páginas, con su prosa tierna, despojada de artificio y elegante, es como estar leyendo un Haiku que encierra la belleza y el asombro de la naturaleza.
A pesar de no cumplir con ninguno de los axiomas que, se dice, aseguran el éxito comercial, “El cielo es blanco…” ya va por su duodécima edición y se ha convertido en un clásico de la literatura contemporánea.
Kawakami, profesora de biología que inició su carrera literaria en 1994, es en la actualidad una de las escritoras más leídas en Japón y ha recibido los premios literarios más reputados. Desde aquella tarde que salí de la librería con su obra bajo el brazo y leí los primeros capítulos, tengo su nombre anotado en mi lista de autores incondicionales.
Es todo un placer subir a su nube.
GRISELDA MARTIN CARPENA
El cielo es azul, la tierra es blanca
Autora: Hiromi Kawakami
Traductora: Marina Bornas
Editorial: Acantilado
1ª edición: Agosto del 2009 12ª Edición 2012
211 páginas.
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