En esta vida se pueden hacer las cosas de dos maneras. Con la
primera puedes hacerlo bien. Hablando. Con la segúndalo harás mal. Seguro. Esa
es la maldita opción B. La mala. La que siempre aun sin proponerlo elegimos.
Carlos siempre eligió esa opción. La mala. Siempre. Desde el día que nació. No
supo decir te quiero cuando debía. No supo pedir perdón cuando tocaba. No supo
decir sí. Ni no. Cuando las preguntas a estas respuestas necesitaban un no la
primera y un sí la segunda. Carlos era normal. Como tú o como yo. Bueno, no.
Mejor como tú. Yo siempre elegí la primera opción. Al menos hasta el día de
hoy. Tenía sus estudios. Su universidad y lo que empezó siendo una diversión,
acabó siendo un trabajo. De consumidor pasó a vendedor. Aunque eso fue después
de trabajar para diversas organizaciones criminales. Viajó. De Madrid a Estados
Unidos. Pasando por Nicaragua. México. Y Portugal. Tan lejos tan cerca. Maneras
de vivir. Viajando en el último metro. Después de haberlo hecho en primera clase
con el AVE.
Caminando por el lado salvaje de la vida. Los noventa fueron más
salvajes que los sesenta llenos de LSD. Que los setenta, y su nube de marihuana.
Que los ochenta con su sida. Los noventa fueron los años de la droga dura. La
misma que consume Carlos. Charlie. Tenemos confianza. Y no, no nos conocimos en
la cárcel de Soto del Real. Pero sabemos de pe a pa su vida. Él mismo nos la
explica. Rápida. Sin descanso. Sin florituras. Sentado en un bar junto a su
amigo Marcos. El que eligió la opción buena. Un 4 de marzo de 2001. Desde las
16.28. Hasta las 17.15. Rápido. Ya lo dije. Como el coche rápido que cruza por
la noche la ciudad. Cuarenta y cinco intensos minutos. Y toda una vida entre
medio. El resto del libro. Sus explicaciones en el Chapitô de Lisboa a
Marcos.
Si has leído hasta este punto de esta reseña
y aún sientes interés en seguir leyendo: enhorabuena. Este es tu libro. No lo
dudes.
Pedro Bravo (Chamberí, Madrid, 1972) ha sido
guionista, crítico de música, y traficante de titulares. Colaboró con cuatro
diarios nacionales. Estuvo al frente de un sello discográfico. Militó en una
banda de punk electrónico. Trabajó para unas cuantas revistas. Masculinas y
femeninas. Incluso de las que no tienen género. Hasta escribió chistes para
programas de televisión. En su ópera prima, La opción B no hay chistes. Ni
risas. Todo es muy serio. Tanto como lo puede ser la historia de un perdedor por
antonomasia. Los dados nunca marcan el siete. Las cartas nunca juntan la
escalera. De ningún color. Pero la vida te da sorpresas. Aunque sean al final de
ella. O lo que parecía el final.
Sí. Pedro Bravo consigue con su forma de
escritura, cortante, tal y como empieza un humilde servidor esta reseña, todo un
homenaje al autor, engancharnos a su novela como pocas veces lo hizo nadie. Tal
vez Cormac McCarthy lo hizo. Pero aquella era su carretera. Aquí no hay
carretera. Pero el protagonista busca lo mismo. Su liberación. De todos y de
todo. También es un relato de amistad. Contado en una ciudad llamada perdición.
Ya tenga esta el nombre de Madrid, Miami, México D.F. o San Juan del Sur en
Nicaragua. Sandinista. Por supuesto. Carlos luchó contra la ley. Y la ley
ganó.
Excelente la novela de Bravo. Bravo por ella.
Y por él. Hagamos sonar nuestra copia de “Scum”, posiblemente la mejor manera de
definir este libro. Y no su traducción. Escoria. No. Si no la rapidez de sus
temas. Dos minutos de media de duración. Aunque Speak english or die también
serviría de ejemplo musical. Así asalta Pedro Bravo nuestra vida. Con un
cuchillo entre los dientes, un puño americano en una mano y un bate de beisbol
en la otra.
Perfecto. Tanto por historia, como por
narración, entrando aquí su estilo literario, como por resolución: excelente y
sorprendente. Y eso que en la primera página del libro ya nos la cuenta. Círculo
perfecto.
SALVA G.
La opción B
Pedro Bravo
Temas ’de hoy
1ª edición: abril de 2012
350 páginas
I.S.B.N: 978-84-9998-106-2
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